martes, 17 de marzo de 2020

Lo echo de menos, os echo de menos


Echo de menos tantísimas cosas tan especiales y tan pequeñitas que hasta duele.

El sonido del tráfico, de los bares, de las clases; echo de menos ese ruido que a veces contribuía a mi dolor de cabeza, las horas en el bus con canciones de fondo y sentirme inspirada, el frío de los días en que madrugaba, y que sentía sobre todo en mis manos al sacarlas de mis bolsillos, el sonido del bono transporte, la comida de los restaurantes recién hecha, observar a alguien que no conozco en el metro y que me sonría porque sí, el olor de las personas a las que quiero, el sonido de su respiración, la infinidad de expresiones faciales particulares que intento siempre memorizar, los besos sonoros y demasiado rápidos que ni valoramos lo suficiente, los abrazos fuertes para expresar todo el amor que se lleva dentro, dios, lo que daría ahora mismo por repetirlos todos seguidos y a la vez.
 Los golpecitos sobre cualquier parte de tu cuerpo, las caricias y hasta los empujones cariñosos entre otras formas bonitas de decir: <<Te quiero>>.
El sonido de las carcajadas en directo o el simple barullo de fondo, los gritos de ilusión, los encuentros diarios y espontáneos, observar de cerca los segundos que tarda en formarse una sonrisa de la cual tú eres la causa, tomarse unas cervezas hablando o en silencio mientras el viento te acaricia, el tacto de la barba o el pelo de alguien y nunca haberte parado a pensar en lo genial que es, imaginar y fantasear como me gustaría empezar los 21 sin haber llegado a este momento todavía, sentarse en un banco y disfrutar de la compañía, las aceras que sienten nuestras pisadas alegres, los rostros de las personas, las escaleras del metro de lista o Diego de León, ir de compras, ir al cine, la zona de llegadas del aeropuerto, el tacto de la hierba, las fiestas que se llevan a cabo tan sólo para celebrar la vida.
Las manías y particularidades de cada uno y las distintas formas de expresar y sentir todas las emociones.
El olor de la comida de personas que están comiendo cerca de ti, el sillón de la cafetería, la infinidad de tipos de miradas que puedes recibir en un día sólo y el abrazo de después, los ensayos o improvisaciones, las sorpresas que hacen tu día especial, las ventanas de la biblioteca y coincidir siempre con alguien, los movimientos corporales frecuentes en cada uno y el nerviosismo de ir con el tiempo justo, caminar hasta Avenida de América, o... ¿qué digo?, caminar simplemente sin importar nada más.
Lo echo de menos más que a mí misma en los días buenos, y duele un poquitín, y sé que es solo tiempo, pero aquí sentada en mi silla con los rayos del sol atravesando mi ventana y acariciándome cierro los ojos y os visualizo, nos visualizo en cualquier instante de estos, aunque no es suficiente y joder menuda llorera que llevo últimamente, pero lo echo de menos.
Que ganas de que todo vuelva.

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