domingo, 1 de marzo de 2020

La eternidad de un instante


La teoría del caos tiene algo inmensamente poderoso y mágico relacionado con nuestra propia existencia que descubrí hace poco.
Esta teoría hace referencia a que cuanto más cerca estés de conocer la posición exacta de un punto, menos capaz eres de averiguar su velocidad, y da igual el número de ensayos en un laboratorio y el bagaje de experiencias que acumules a tus espaldas, nunca podrás predecir la posición exacta de una partícula, y menos de una persona.
No se puede, es imposible todo eso de controlar el tiempo y creer que conoces la órbita en la que se desarrolla tu vida porque un segundo es suficiente para que todo haya cambiado y sientas que no puedes hacer nada al respecto, y entonces sólo ahí te sientes el jodido barquito de papel que sin ni siquiera saber navegar acabó haciéndolo; y es eso lo que debemos hacer, aceptar la vulnerabilidad y fragilidad que nace en uno mismo al saber que no tenemos ningún control en este viaje y sólo así empezaremos a vivir el instante presente, el aquí y ahora sin miedo o intentando que los temores que vivan en nuestro interior no nos hagan perdernos esto tan increíble que tenemos a nuestro lado.
¿Os acordáis la última vez que estuvisteis en un parque de bolas con tus amigos celebrando, probablemente, algún cumpleaños?.
Un día nos bajamos del tobogán sin saber que esa sería la última vez, al igual que nos dimos un último abrazo o beso con alguien sin saber que ese sería el último, que no habría más y seguimos nuestro recorrido, pero, si queremos podemos hacer que no sea la última vez, aunque siempre existirá una fuerza mayor, un conjunto de energías que son las que decidieron que ese día sería el último y joder que si da miedo, muchísimo.
Y llega a doler la vulnerabilidad que sentimos y que se nos obliga a esconder al ser conscientes de que lo que hoy es así, mañana tal vez es completamente diferente, asusta mucho sentir que ciertos elementos de tu vida te tientan a creer en que esto puede ser, que te planteen planes de futuro y que te brillen los ojos creyendo de verdad en ellos y deseando llevarlos a cabo, ¿es todo esto real?, no me creo nunca del todo que lo sea.
Y os revelaré cierto descubrimiento ahora; si algo debe permanecer en tu vida o así lo deciden esas energías de las que hablaba, no importa la velocidad de cada partícula ni el número de órbitas que recorra, volverá a tu vida o no se irá nunca de ella, pero es imposible saber de antemano lo que nos espera.
¿Qué podemos hacer entonces ante todo esto?
Vive, sal ahí fuera y déjate el alma en cada esquina y en cada factor de tu vida que creas que merece la pena, debes darlo todo y más si es posible, sólo así creyendo firmemente en los imposibles, en los "para siempre" desafiarás la teoría del caos y habrá un instante, sólo uno en que os volveréis eternos e infinitos en el tiempo sin importar si después viene o no una despedida.
Tal vez venga y dolerá, eso tenlo asegurado, pero, me da igual, no podemos pasarnos la vida escapando del dolor, a veces debes sentirlo con intensidad como prueba irrefutable de que estás vivo y de que tienes la capacidad de sentir, eso es increíblemente maravilloso y precioso, pese a pensar lo contrario alguna que otra noche de insomnio, así que olvídate de mañana que tal vez ni llega y céntrate en el aquí y en el ahora, llena este pequeño y fugaz instante de tanto amor, tanta magia y tanta energía que consigas detener el segundero y llevar contigo siempre este pequeño rallo de luz en lo más profundo del órgano que tenemos a la izquierda de nuestro pecho.
Con respecto a esto último, Mahatma Gandhi dijo:

<<No existen las despedidas entre nosotros. Allí donde estés, te llevaré en mi corazón>>

¿Quién sabe?, quizá no existan y sí tengamos la capacidad de hacer instantes, factores y personas eternas, es más, estoy segura de que así es, y que lo que conocemos como despedidas sólo es el comienzo del recorrido en una nueva órbita que acabamos de descubrir.



No hay comentarios:

Publicar un comentario