martes, 31 de marzo de 2020

Catarsis emocional de un cactus.


Hoy llovía con rabia y el aire rugía con fuerza entre las calles, aire que hoy sentía como me faltaba, y no hablo metafóricamente, me he sentido como ese ave encerrado en una jaula que no deja de piar y encima algún gilipollas sigue diciendo que pía porque está feliz, se me ha puesto la piel de gallina al sentirme tan en su pellejo, así que abrí la ventana de par en par y respiré, me costó varios minutos hacerlo y no sé como lo conseguí, pero, lo hice, y agradecí que la lluvia me salpicara con la misma rabia con la que lo hacía con todo lo que encontraba, el aire llegó por fin a mis pulmones y durante unos segundos lo único que existía dentro y fuera de mí era silencio, y menos mal, porque de verdad que lo necesitaba.
Poco después empezaron los aplausos de las 8 y entonces sí que llovió, no sé que me pasa últimamente que estoy hipersensible, y si ya lo eres de normal cuando añades el "híper" es como una montaña rusa de la cual ya quieres bajarte, o al menos durante un rato para volver a subir luego.
El número de personas que salen a aplaudir con este tiempo es menor que cuando hace sol, pero, aún hay varias personas que se asoman, es gracioso como van apareciendo las cabezas por las ventanas y el sonido del conjunto de aplausos me sigue pareciendo realmente una manera  preciosa de decir que están ahí, si no estuvieran no habría aplausos, pero los hubo, así que están ahí.
Y son muchísimos los aplausos (aunque no todos se escuchen desde aquí), es decir, son muchísimas las personas que están ahí con sus vidas y sus montañas rusas de emociones y sentimientos.
Me gusta la lluvia, de verdad que me gusta mucho y en días como hoy cumple una importante función interna, aunque, también si se está algo decaída puede contribuir a aumentar esa tristeza, es como cuando de pequeña tu madre te aseguraba que todo iba a ir bien, pero, en su tono se podía apreciar que ni ella misma estaba del todo segura de sus palabras.
Una forma bonita (y también bastante ñoña/cursi) de visualizar la lluvia es pensar que cada gota es un "te quiero" de alguien que te importa, o una persona que te está echando de menos, o alguien que está pensando en ti o recordando algún momento juntos o haciendo algo relacionado contigo en ese momento; entonces es ahí cuando tus pulmones pueden coger todo el oxígeno cuya ausencia han sufrido antes demasiado, y es una pena que dure tan poco ese instante, pero, no hay ruido en tu cabeza, sólo observas el frío que sientes por todo el rato que llevas con la ventana abierta provocando que ya tengas la piel de gallina, o las gotas de lluvia deslizándose por tu rostro velozmente o el silencio que sólo rompe la canción de "Resistiré" que suena de fondo desde la ventana de alguien.
Y son sólo unos segundos, y no es que sean suficientes a largo plazo, pero, a corto plazo y como diría mi abuela:
Hace el apaño.

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