sábado, 14 de marzo de 2020

Fueron sólo unos minutos, pero, fueron suficientes.


Y ahí estábamos, un montón de desconocidos asomados por las ventanas homenajeando y agradeciendo en forma de aplausos eufóricos el esfuerzo y sacrificio de todas las personas que estos días están trabajando sin pausa en los hospitales, demostrando una vez más que ellos son los verdaderos superhéroes a los que se les debería admirar y reconocer más, y hablo de todos ellos, desde el médico que trata con el paciente hasta la persona que se encarga de limpiar con extremo cuidado cada lugar y cada instrumento, todos ellos son igual de necesarios e imprescindibles.
Y me parecieron preciosos esos minutos de aplausos porque eran muchas las personas que aplaudían, y cualquier pequeño sentimiento de soledad que pudiera existir desapareció durante ese espacio de tiempo.
Me quedé asomada por mi ventana, sonreía y escuchaba aplaudir a mi alrededor, y recordaba como cuando era pequeña alguna vez también me había quedado ahí quieta con la seguridad de que Campanilla estaba al llegar y me llevaría a NuncaJamás, hace años alguna que otra vez deseaba irme con ella, aunque sólo fuera esa noche.
Pero hoy no quería irme de aquí, quería que fuera ella quien se quedara a mi lado, poder explicarle todo lo que estaba ocurriendo y contarle que, por surrealista que pareciese, una panda de desconocidos me acaba de hacer sentir súper acompañada eliminando el pequeño sentimiento de soledad que se había colado en mí hoy.
Seguro que ella, con su dulce tintineo, me daría un beso de esquimal y se sentaría en mi hombro observando con asombro toda la escena, es más, creo que lo ha hecho.
Y ahí nos quedamos, observando y rompiendo con aplausos el silencio propio de otras noches; permanecimos juntas pensando en todas las personas que ojalá poder abrazar ahora y fue una bonita forma de estar todos conectados durante unos minutos hasta que ya no oímos ningún aplauso y, parecerá una tontería, pero en ese instante el mundo pasó a ser un poco menos feo a ser y a sentirse un poco más humano y un poquito más mío.
Y sé con seguridad que nuestros aplausos fueron escuchados desde los hospitales, y sé, con aún más seguridad, que el miedo, la soledad y la preocupación que por allí se hubiera colado despareció totalmente, siendo sustituido cualquier energía negativa por un firme sentimiento de que todo va a ir bien.


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