jueves, 15 de agosto de 2024

Ausencia de tiritas ante lo que nos hace reales


Las lágrimas y el mar, a veces, son la mejor forma de sanar del todo alguna que otra herida no perceptible a simple vista desde fuera.

Déjate acariciar por ambos, déjate mojar, llevar y sigue respirando en todo momento sabiendo que detrás de estas olas hay una zona de tranquilidad en la que el agua está en calma, pero esto es parte del proceso, y si escuece tranquila, que ya nos lo decían nuestras madres y abuelas de pequeña: eso es señal de que está curando. 

Respetar tus propios ritmos y romperte las veces que necesites, ¿por qué nos asusta tanto hacerlo?, reconocer nuestra propia vulnerabilidad, nuestro propio dolor, nuestras propias emociones y reconocer que nosotras a veces también somos el problema y quien debe volver a trabajar cosas dentro de sí misma, bienvenida a la parte práctica y cruda de estar viva. 
Queremos inmediatez, queremos resultados, queremos rapidez y trucos prácticos en los que no haya que invertir ni mucho esfuerzo ni mucho tiempo, a corto plazo creemos que se dan mejoras, pero si solo nos tocamos la superficie de la piel no habremos hecho más que cambiarnos el vendaje sin centrar nuestra atención en la herida que este cubre. 

¿Por qué cubrirlo?, ¿por qué taparnos con máscaras artificiales o escudos de papel aquello que nos hace verdaderamente humanos?. Al barro, hay que tirarnos al barro, abrir el maldito cajón de mierda, ensuciarse, romperse varias veces y volver a construir, irse a esa zona en la que las olas están más rabiosas y aprender a surfearlas sin dejar de respirar, dicen algunos que hasta aprendieron a disfrutar de las mismas, pero para ello es necesario emprender un largo viaje hacia nosotras mismas en el que no volveremos a ser las mismas que antes, pero sí podremos acercarnos a ser algo más felices y reales. 

Llóralo pequeña, tanto como necesites, tanto como tu cuerpo te pida, déjate acariciar por el mar, deja que haga su magia y sigue respirando mientras los rayos de sol acarician tu rostro en la superficie; te prometo que nada duele para siempre, eres tan valiente... sí, lo eres, porque en un mundo en el que poder escapar de ti de tantas maneras distintas tú optas por mirarte a los ojos, permitirte romperte y recomponerte las veces que necesitas y salir ahí fuera de nuevo con tu sonrisa preciosa.

Las lágrimas y el mar son elementos indispensables en el proceso de sanar y crecer, vuelve a ellos siempre que lo necesites, confía en su magia y, sobre todo, en tu capacidad de seguir sintiendo y jugando con las emociones como si nunca nadie nos hubiese herido. 

¿Quién es más valiente o cuerdo; quien agarra la pistola o quien recibe el disparo sonriendo al pensar que esa arma ya cuenta con una bala menos?

Llóralo y báñate en el mar, luego ya veremos qué hacemos. 

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