domingo, 15 de abril de 2018

Cadenas invisibles.


¡Te odio!
Déjame decírtelo, déjame gritarlo para intentar sentirme un poco más libre, déjame golpearte para intentar evaporar ese sentimiento de no estar completa, de sentir que falta algo...
Cada vez me siento más prisionera de estas cadenas que me atan a tu recuerdo, aunque, según dicen hay un momento en el que llegas al punto máximo en el que explotas, y a partir de ahí ya vuelves a ser libre.
Sinceramente, nunca creí que acabaríamos así, creí que sabríamos superar todos esos pequeños conflictos que siempre esquivábamos, deberíamos haber sido valientes y enfrentarnos a ellos, las pequeñas heridas pueden acabar siendo graves si no se desinfectan, y eso es algo que nunca tuvimos valor para hacer.
Me gustaría decirte que ya no pienso en ti, que soy capaz de dormir en un lado de la cama dejando el otro vacío y no sentirme sola, que vuelvo a ser libre, pero, te estaría mintiendo...
Sigo prisionera al recuerdo de quien creí que eras, a tu forma de sonreír cuando creías que nadie te veía y al sonido de tu risa y de tus sonoros besos en los días en que hacía frío, y no hablo de temperatura.
Sigo así, y el problema es que no sé cuanto tiempo seré capaz de aguantarlo; es parecido a una soga, aprieta un poco más cada vez que respiras y empiezo a notar las dificultades para seguir haciéndolo. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario