lunes, 5 de marzo de 2018

Y ese día...todas las pequeñas decepciones cobrarán sentido.


Algún día aparecerá alguien, aparecerá esa persona del pasado o esa que aún no conocemos y nos romperá todos los esquemas sin permiso, nos arrebatará nuestro supuesto "espacio vital" que siempre exigimos, aunque, en el fondo siempre hayamos estado deseando que alguien lo invada, nos llenará la espalda de rutas del tesoro que jamás serán resueltas del todo, pese a que serán recorridas mil veces, nos exigirá enfrentarnos a todos esos miedos y malditas inseguridades a los que siempre hemos temido y ganaremos la batalla, aunque nunca dejaremos de luchar.
Nos hará parar de ver como algo sólo "de película" las tardes de cine donde la película es una mera excusa y nos volveremos adictos a esos momentos...y no, no estoy diciendo que cuando aparezca esa persona todos los problemas, discusiones y malos rollos que tan a menudo solían surgir con otras personas desaparezcan,¡menudo aburrimiento si fuera así!, la diferencia estará en que ahora tendrás miles de motivos por los que pasar por esos momentos, ahora tendrás esas razones claras y suficientes que nunca tuvieron lugar en momentos anteriores en los que te preguntabas: ¿para qué?.
Y ese día, comprenderemos, porque no funcionamos con todas esas personas que quisieron formar parte de nuestro caos, y sonreirás, porque te darás cuenta que ni siquiera con esta persona puedes estar seguro de que vaya a salir algo bien, pero, aún así será bonito creer en ello como si fuera esta la persona que llevamos esperando, pese a que existen las mismas posibilidades que existían con otras personas de que no entienda tu caos, de que decida irse antes de tiempo.
Ya lo dijo Mónica Gae, una de las muchas y muchos escritores a los que sigo y admiro desde hace tiempo:
 "No sabría como explicarlo pero le rompieron las alas y siguió volando"
 Creo que ese debe ser nuestro objetivo, nuestra meta final...dejar que venga alguien, creer con todas nuestras ganas que esta vez puede salir bien, acabar con las alas rotas por habernos precipitado y, por primera vez, seguir siendo capaces de volar, aunque nadie nos acompañe.
¿No creéis?

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