viernes, 4 de junio de 2021

Cajas de música


Muerdes con ganas de verme perder el control y yo te miro con ganas de que no pares, de que te atrevas a seguir agarrándome con la misma rabia de quien intenta atrapar las olas de mar con sus brazos y con la misma fragilidad con la que una niña acaricia una flor preciosa, ambos polos se entremezclan en tu mirada, algo incierta, algo misteriosa; tu lengua juguetea con mi clavícula mientras tus dedos tocan sobre mis costillas una canción de piano triste y feroz a la vez.
Intento averiguar dónde está la trampa, descubrir en cualquiera de los mapas del tesoro que forman tus lunares la x invisible, pero no inexistente.
Agarro con mis manos el rostro de alguien inménsamente vulnerable y entonces aumentas la velocidad, me sujetas con más fuerza como para hacerme callar, intentando hacerme creer que tú mandas aquí, pero te equivocas, ninguna de las dos lo hace y si lo hacemos lo hacemos sin saberlo.
El dolor y el placer se entremezclan de una manera tan perfecta y tan irracional a la vez que genera cierta adicción a un no sé que, y aunque no podamos definirlo con exactitud podemos sentirlo como un tornado en el pecho que sube y baja a su antojo como si fuéramos las marionetas de una representación teatral en la que se escucha de todo excepto palabra alguna.
Tus manos se convierten sobre mi cuerpo en los cimientos de un edificio antiguo que no sé si se está derrumbando o contruyendo ante esos ojos oscuros, pero lo sujetas con firmeza, lo observas como un cuadro precioso sin pintar aún y escribes sobre él una carta de odio y de amor a la que acabaremos prendiendo fuego antes de salir de aquí para que nadie se entere, para que nadie descubra que lo irracional a veces resulta ser lo más lógico últimamente de nuestro día a día. 
El tiempo se enamora de nosotras, las canciones se emocionan o nos tachan de insensatas por la falta de normas a nuestro alrededor, y en tu vientre se derriten las razones por las que prometimos ir dejando todo esto, que no tiene sentido, pero tiene más del que tendría un par de besos formales. 
Dibujo en ti castillos en el aire y me proclamo vencedora de una batalla que nada tiene de batalla, te busco entre las zarzas y te encuentro a mis espaldas, susurrando mi nombre y derritiendo mis miedos por la dulzura y el distanciamiento con que lo pronuncias.
Te miro desafiante y te beso, entonces soy yo quien te susurra la verdad, quien se apodera de ti y de tus aparentes aires de seguridad y quien se pierde entre las sábanas de un mar que ruge violento.
- "Tengo que irme".
- "No te vayas".
Joder, que bonito nos acaba de quedar este momento, ten cuidado, te acabo de ver sonreír mientras dormía sobre tu pecho y eso podría destrozarlo todo. 

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