domingo, 20 de junio de 2021

Amapolas congeladas


El sonido de un despertador llena la habitación de un silencio denso que cuesta romper. 

Busco en unos ojos asustados el escondite en el que refugiarme antes de que nos encuentre de nuevo esa rutina tediosa de la que creímos habernos liberado, cuando en realidad sólo estábamos fantaseando sobre cómo sería eso de quererse sin un plan B; ¿cómo sabes si estás a punto de aterrizar o despegar?, entonces eres tú quien con esa pregunta me observas como una niña asustada tras haber decidido saltar al vacío por primera vez, llevamos horas jugando a ser valientes y parecía fácil hasta que nos hemos mirado desnudas una frente a otra, parecíamos felices minutos antes mientras yo me proclamaba reina a la vez que tu boca colisionaba con la mía, no me hubiera importado quedarme un ratito más en ese instante.

Me regalas unas flores que agarras con unas manos temblorosas y yo escribo en tu servilleta que he ido a por el desayuno y qué por favor no te vayas, jugamos a ser los personajes de distintas historias mezcladas mientras el mundo ahí fuera se olvida de nosotras; tu colección de discos nos fotografía aquí y ahora y nos emocionamos a la vez imaginando un futuro que no llegará mientras rascamos viejas cicatrices queriendo averiguar cómo se hace eso de quererse bien.

Encuentro una bala, la misma que tú encontraste hace unos días y la cual volviste a esconder por quedarte cinco minutos más sobre mi pecho, la beso y siento un sabor amargo que creía haber olvidado, me pides que tenga cuidado, te confieso que tengo miedo y de reojo observo que varias plantas de nuestra pequeña terraza se están marchitando, te beso queriendo ser feliz, me besas siendo feliz, y joder, se me acaba de meter algo en el ojo.

Me visto mientras mi cuerpo se balancea, creo que ya sé en qué se distingue un despegue de un aterrizaje, te muerdo con ganas queriendo sentirte bien dentro de mí para que no te vayas, para que no te esfumes del todo; me pides que no me vaya, no quiero irme, no así, pero quiero ser feliz y sé que aquí no es. 

Apagas el despertador, pero ya es tarde, la realidad ya ha vuelto a hacerse con el papel protagonista y nosotras ya no somos más que dos niñas jugando a quererse, no se nos daba nada mal para tener tan poca experiencia. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario