domingo, 12 de julio de 2020

El artífice de sueños


Respiré despacio, tres veces y con los ojos cerrados, los volví a abrir, me mordí el labio inferior nerviosa y susurré:
Duele aquí, aquí y aquí.
Entonces me miró de la misma forma en que miras a alguien con quien te es imposible enfadarte y me dijo, señalando los mismos lugares que yo acaba de señalar, eres valiente por esto, por esto y por esto.
Le miré sorprendida, valiente es una palabra con la que hacía tiempo que no me identificaba, pero es la palabra que había usado y su mirada me mostraba el reflejo de alguien con demasiados miedos, pero ninguno lo suficientemente grande como para poder con ella, estuve varios minutos asomada al borde de sus ojos como si acabara de descubrir un mundo desconocido lleno de cosas preciosas.
En ese momento creí de verdad en que toda la belleza procedía del interior de esa chica y de la infinidad de expresiones faciales que le caracterizan, y no dudo que una parte no tuviera su origen ahí, pero luego me di cuenta que el resto procedía de la forma en que me observaba, de ese puñado de cariño que manifiesta cada vez que me abraza o me escucha y de ese otro puñado de admiración y ganas de verme feliz.
Reconozco que al comienzo me asustó ser observada de ese modo por miedo a que mis monstruos acabasen con cualquier vestigio de magia que pudiera ser visible en mí, así que de nuevo decidí ser valiente y abrir pequeños cajones donde guardaba algunos de los miedos de cada noche.
Mientras, me observaba, atento a los detalles, y su sonrisa mostraba la seguridad de quien sabe que lo primero para superar un miedo es identificarlo.
Cada vez me costaba menos hacerlo, y lo que al comienzo eran unos minutos incómodos confesando que había debajo de ese "bien" que había respondido con rapidez ante la pregunta de cómo estaba pasaron a largas conversaciones donde hasta los mayores preocupaciones, miedos e inseguridades se quedaron sin espacio en esa pequeña esfera transparente que se generaba cada vez hablábamos de todo y nada a la vez.
Luego desaparecía con la misma velocidad y fragilidad con la que lo hacen las pompas de jabón.
Vuelta al ruedo, vuelta a respirar y levantarse con ganas, pero, esta vez parecía muy fácil hacerlo y el mundo parecía un mar de oportunidades que brillaban escondidas deseando ser aprovechadas.
 Y lo voy a hacer porque sin saber cuándo ni cómo parece muy fácil hacerlo, bueno en realidad sí sé porque parece sencillo, y es porque el niño que habita en quien no deja de provocar las carcajadas de todos los de su alrededor nunca ha dejado de cuidarme y quererme en silencio y sin querer demasiado reconocimiento por ello, pues no sé lo digáis, pero ese niño todavía no le ha contado al adulto que le cuida la persona tan increíble que es. 

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