miércoles, 29 de enero de 2020

Despedidas


Lo único bonito de las despedidas es el último abrazo que confirma que ese no va a ser el último y, bajo un manto de nostalgia contenida y un puñado de fuegos artificiales que explotan todos a la vez provocando sonrisas con los ojos cerrados deseando que se pare el tiempo justo ahora, aseguran que nunca se dejará pasar el suficiente tiempo como para que los miedos y los kilómetros de distancia aprieten justo ahí, en el lado izquierdo de nuestro pecho que lleva horas pintando las paredes y colgando recuerdos como si estuviera decorando su nuevo piso.
Las despedidas son como hacer maletas de deseos en el interior de personas de forma cuidadosa y con cariño, y es precioso que aunque casi nunca se verbalicen siempre se transmitan entre miradas y sonrisas, pero, siendo sinceros las despedidas son una mierda por el hecho de que supone volver a separarse de personas que deberían estar a centímetros de distancia todos los días, supone perder momentos y hacer más especial aún cada recuerdo, es echar de menos por primera vez la cotidianidad de estar en silencio o cosas tan pequeñas como poder decir: ¡hasta mañana! y llorar por primera vez en el aeropuerto, encontrando ciertas añoranza y alegría entremezcladas en él.
Ojalá no existieran las despedidas, pero, si tienen que existir ojalá siempre venga un reencuentro después de ella, porque creo que eso es lo único bonito de ellas, confirmar en el último abrazo que no será el último.

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