martes, 12 de septiembre de 2023

Últimos días a contrarreloj


Hay algo precioso y a la vez duro en las decisiones que sabes que conllevan cierta cantidad de dolor inevitable al final. 
Tiene un componente precioso desde el punto, masoquista y poético, de que son decisiones que te llevan por caminos de sentirlo todo tanto como puedas, abrazar cada instante con tanto amor como te quepa en el pecho, y jugar con la ternura y la felicidad sin miedos ni precaución alguna, hay unas vistas preciosas desde aquí de hasta los detalles más insignificantes, es como vivir en el interior de una película en la que hasta los silencios te hacen sonreír y en los que vives, o intentas vivirlo, todo intensamente porque estás en un constante de primeras y últimas veces hasta dentro de mucho tiempo, que según pasa el mismo se transforma en una amarga cuenta atrás que me hace llorar cuando estoy sensiblona.
Y es aquí justo donde se encuentra el componente duro, en que según se va acercando el momento de despedirse vas teniendo más dificultades en seguir centrándote únicamente en disfrutar, jugar y abrazarlo todo tanto como puedas y vas esforzándote más en memorizarlo todo mental y emocionalmente mientras el nudo de tu garganta te hace un spoiler de lo que se viene, a la vez que escuchas las manecillas del reloj girar velozmente, hace unas semanas ni me había parado a escuchar el sonido de su movimiento, es más, es como si nos hubiesen concedido el deseo y se hubieran detenido unos minutos.
¿qué cómo me siento?, pues no lo tengo demasiado claro; me siento como si llevara horas a toda velocidad en un coche asomada por la ventanilla; he sentido el viento en toda mi cara, he cantado temazo tras temazo a pleno pulmón, he disfrutado de las vistas y me ha encantado el viaje, pero ahora he visto en mitad de la carretera un muro de cemento y el miedo empieza a acechar. 
Sabía desde el primer día que ese muro estaba ahí, pero verlo de nuevo siempre vuelve a imponer y asustar un poco. 
En verdad como me gusta meterme de lleno tal dramaqueen en toda zona sensible o en obras, pero este no va a ser uno de esos golpes mortales ni mucho menos, es más, es el resultado de haber sido muy feliz y haberme sentido muy cuidada y querida, pero aún así también me da miedo, he soltado el volante y relajado mis pies y ahora tan sólo me intento tapar bien y quedarme un ratito más en cada recuerdo guardado aquí dentro intentando que el tictac del segundero no me haga llorar. 

Se avecina la temida y esperada colisión, pero sé que estaré bien, todo volverá a estar bien, aunque la nostalgia apriete demasiado el nudo de mi garganta cuando piense en este verano que ojalá fuera eterno. 




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