domingo, 3 de septiembre de 2023

Domingo de resurrección


Hoy me he despertado con algunos miedos mordiéndome por aquí dentro y no he podido evitar llorar ante su presencia mientras me quedaba cinco minutos más en la cama que han acabado siendo más de cinco.
Aún así en momentos he sido feliz al ser consciente de que han disminuido mucho su tamaño y su fuerza desde que les dedico cierto espacio y tiempo a escucharles y mostrarles que el mundo no es un lugar tan peligrosos como ellos se imaginan, pese a esto siguen intentando inhibir mis bailes, mis actuaciones improvisadas y mis ganas de ser real. Así, sin más, permitirme ser sin importar el lugar o las personas que me rodean y disfrutar, aunque solo sea unos minutos, de apagar la mente y entregarle el control a corazón y cuerpo, como me gustaría poder hacerlo más. 
He tocado con las yemas de mis dedos zonas de mi cuerpo que aún están curando, y al llorar he sentido como me escocía al desinfectarlas un poco más a fondo, he acariciado el borde de mi ropa interior y he disfrutado unos segundos la libertad de sentir sin censuras y sin prohibiciones, he abrazado mi almohada con fuerza y he imaginado con puñados de amor que abrazaba a quien tanto echo de menos o a quien echaré de menos en un futuro cercano, pero los miedos volvían a colarse entre mis sábanas haciéndome sentir pequeña y asustada o haciéndome creer que no debería sentir lo que siento, que es mejor esconderlo y mantenerse fría y distante.
Pero es que estoy cansada, es agotador sostener tantas falsas prohibiciones y la careta de alguien racional cuando yo siempre he sido más emocional, a veces entre mis mayores fantasías está la de poder alargar un poco más el tiempo en que soy libre y en que me permito jugar y disfrutar con todo lo que siento, que envidia me dan las personas que saben hacer esto con otras personas, ojalá fuera tan fácil...
Esta mañana lo he conseguido, he encontrado bajo mis sábanas un escondite suficiéntemente bueno como para que a las inseguridades y temores les costase más encontrarme, durante este tiempo he sido libre, me lo he permitido y he acabado llegando al orgasmo a la vez que me rompía a llorar, no sé si esto último ha sido por un exceso de felicidad o por haber coincidido con el instante en que los miedos me habían descubierto, pero me ha gustado la sensación experimentada. 
El temblor de mis piernas y el sonido del nudo de mi garganta deshaciéndose ha sido una manera bonita de sentirme viva y repleta de colores preciosos bajo este cielo gris y oscuro que amenazaba, también, con romperse en cualquier momento. 
Tenía ganas de más, de más libertad, más colores, más vida y más muestras de valentía ante ese puñado de miedos temblorosos, pero de pronto un pitido ensordecedor procedente de mi móvil me ha traído de nuevo a la realidad anunciándonos la emergencia de unas tormentas torrenciales como si se tratase del fin del mundo.
Al final del día ese puñado de miedos seguía ahí dificultándome el tema de las relaciones interpersonales e interfiriendo en mi propia libertad y sentir, pero ni yo me he privado del placentero derecho de seguir intentando ser completamente libre ni el mundo se ha acabado, como de costumbre los miedos siempre tan exagerados y dramáticos, y más los Domingos, menos mal que yo soy más real, más valiente y más grande que ellos. 

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