sábado, 23 de septiembre de 2023

Estrella fugaz

Suena "el fin del mundo" y me parece una buena excusa para ponerme intensa y una inevitable razón por la que volver a echarte de menos, a ti y a toda tu maravillosa esfera de colores especiales.

Como si de una estrella fugaz se tratase apareces de pronto en el mismo rincón de siempre como si nada hubiese cambiado, es entonces cuando nuestras niñas internas vuelven a ser realmente felices mientras te abrazan sin parar sintiéndose de nuevo en casa. Es una casa preciosa con paredes llenas de dibujos y en los que el amor se siente en cada abrazo haciéndote sentir invencible y realmente feliz entre esos brazos que abrazan, cuidan y reconstruyen durante unos minutos. 
Te quiero mucho, y te he echado y te echo de menos mucho más de lo que me gustaría hacer, recuerdo los últimos días a tu lado con un sabor dulce por tenerte a nuestro lado, pero también con cierto sabor amargo porque no te habías ido y ya te echaba de menos, todo es cuestión de volver a acostumbrarse, lo sé, pero siempre cuesta alejarse de nuevo de quien te hace tanto bien.
Sabía desde el primer día que en estos contextos hay dos opciones, puedes disfrutar de los reencuentros manteniendo cierta distancia de seguridad para cuando toque alejarse de nuevo o puedes entregarte y vivir intensamente hasta los más pequeños y fugaces instantes porque sabes que estás viviendo un constante de primeras y últimas veces hasta el verano siguiente. Yo, obviamente y como buena persona intensita y emocional , debía y quería la segunda opción aún sabiendo que las primeras semanas después de que te fueras serían algo durillas, te echo de menos, pero es raro porque también echo de menos cosas que no ocurrirán, como poder quedar contigo cualquier día del año, obligarte a cumplir tu promesa de que por una vez seas tú quien vengas hasta Torrejón y no al revés, celebrar la Navidad y cumpleaños juntas, o celebrar la vida a tu lado porque merece ser vivida y celebrada intensamente.
Verte de nuevo en persona, poder abrazarte y poder tenerte a nuestro lado ha sido, con diferencia, el mejor regalo de este verano, gracias por seguir estando con nosotras independientemente de los kilómetros.
Eres una amiga increíble y una persona maravillosa, no lo olvides nunca por favor, lo has hecho bien, lo estás haciendo bien de verdad, te admiro y te quiero mucho por ser capaz de viajar al otro lado de la luna y no dejar de mirarnos, mimarnos, cuidarnos y querernos. 
Gracias por todo, por hacer de este tiempo un verano eterno repleto de recuerdos preciosos que ya tengo en el lado izquierdo de mi pecho, a veces te miro siendo tal y como eres, tu mirada color chocolate espeso, tu facilidad para reírte hasta en las situaciones más serias, tu dulzura cuando abrazas y cuidas a alguien que te importa, tu impuntualidad desesperante, pero imposible de hacernos enfadar por todo lo que te queremos, y me digo: jo, que suerte tengo; he debido de hacer las cosas muy bien tiempo atrás o en otra vida para ahora poder tener a mi lado a una persona que nos llena de tanto amor, emoción, colores preciosos e historias en los que el final siempre es un abrazo especial que nos hace un spoiler acerca del futuro indicándonos que este no es el final y que aún nos quedan muchísimas más historias que escribir y que vivir. 
Ojalá tenerte toda mi vida a mi lado, me haría realmente feliz, pero, por si acaso te guardaré también aquí, entre estas palabras, para poder sentirte un poquito más cerca ahora que te echo de menos más de lo que me gustaría y para dejar reflejado de alguna forma la infinidad de colores preciosos de esa estrella fugaz que acaba de pasar. Cierro los ojos, me pierdo y sonrío en el interior de ese abrazo sanador, durante unos segundos olvidé que se trataba de una despedida, y pido un deseo. Aquí dentro aún se ve y se siente el efecto de esa estrella que acaba de sobrevolar todo nuestro cielo, así que ya está, deseo cumplido. 
Gracias por ser tal y como eres y, sobre todo, gracias por volver a casa y por ser hogar a la vez, te quiero mucho y, aunque te eche de menos, sé que sigues aquí, muy cerquita de mí, muy cerquita de nosotras, demostrándonos que el poder de un abrazo llega incluso hasta el otro lado de la luna.

Gracias por todo y hasta pronto. 

martes, 12 de septiembre de 2023

Últimos días a contrarreloj


Hay algo precioso y a la vez duro en las decisiones que sabes que conllevan cierta cantidad de dolor inevitable al final. 
Tiene un componente precioso desde el punto, masoquista y poético, de que son decisiones que te llevan por caminos de sentirlo todo tanto como puedas, abrazar cada instante con tanto amor como te quepa en el pecho, y jugar con la ternura y la felicidad sin miedos ni precaución alguna, hay unas vistas preciosas desde aquí de hasta los detalles más insignificantes, es como vivir en el interior de una película en la que hasta los silencios te hacen sonreír y en los que vives, o intentas vivirlo, todo intensamente porque estás en un constante de primeras y últimas veces hasta dentro de mucho tiempo, que según pasa el mismo se transforma en una amarga cuenta atrás que me hace llorar cuando estoy sensiblona.
Y es aquí justo donde se encuentra el componente duro, en que según se va acercando el momento de despedirse vas teniendo más dificultades en seguir centrándote únicamente en disfrutar, jugar y abrazarlo todo tanto como puedas y vas esforzándote más en memorizarlo todo mental y emocionalmente mientras el nudo de tu garganta te hace un spoiler de lo que se viene, a la vez que escuchas las manecillas del reloj girar velozmente, hace unas semanas ni me había parado a escuchar el sonido de su movimiento, es más, es como si nos hubiesen concedido el deseo y se hubieran detenido unos minutos.
¿qué cómo me siento?, pues no lo tengo demasiado claro; me siento como si llevara horas a toda velocidad en un coche asomada por la ventanilla; he sentido el viento en toda mi cara, he cantado temazo tras temazo a pleno pulmón, he disfrutado de las vistas y me ha encantado el viaje, pero ahora he visto en mitad de la carretera un muro de cemento y el miedo empieza a acechar. 
Sabía desde el primer día que ese muro estaba ahí, pero verlo de nuevo siempre vuelve a imponer y asustar un poco. 
En verdad como me gusta meterme de lleno tal dramaqueen en toda zona sensible o en obras, pero este no va a ser uno de esos golpes mortales ni mucho menos, es más, es el resultado de haber sido muy feliz y haberme sentido muy cuidada y querida, pero aún así también me da miedo, he soltado el volante y relajado mis pies y ahora tan sólo me intento tapar bien y quedarme un ratito más en cada recuerdo guardado aquí dentro intentando que el tictac del segundero no me haga llorar. 

Se avecina la temida y esperada colisión, pero sé que estaré bien, todo volverá a estar bien, aunque la nostalgia apriete demasiado el nudo de mi garganta cuando piense en este verano que ojalá fuera eterno. 




lunes, 11 de septiembre de 2023

La escurridiza hora del recreo

¿En qué momento acepté todas estas aparentes rígidas normas, estos "debería" y estos "elimina esta sensación ya"?, no lo sé. 
Pero me encuentro en ocasiones tan atada a ellas que ni siquiera soy capaz de ejecutar movimiento o palabra por fuera, es como un mecanismo de sobreprotección ineficaz que al final acaba oprimiendo más de lo que aparentemente debería proteger. Le pido, como si fuera mi niña interna la que hubiera cogido el control, un recreo entre tanta exigencia interna y estúpida, que me dejen hoy probar a jugar un poco más con mi libertad escurridiza, a veces lo consigo, aunque sean tiempos muy breves. 
Disfruto de la velocidad con la que se eriza mi piel, el sonido y ritmo de mi respiración, mi imaginación haciendo de las suyas, el tacto de mis labios cortados con mi lengua, y cada mayor y menor sensación desde la curiosidad de alguien tentado a descubrir un nuevo lugar especial. 
Pero la tregua finaliza rápido, y como si se tratara de un desproporcionado castigo por haberme escapado de mi caparazón durante un rato, los miedos, los "deberías", la vergüenza, la culpa y alguna que otra inseguridad atacan de nuevo. Muerden, en ocasiones duele, y me obligan a volver a mi caparazón sin darle espacio a lo que he sentido y vivido ahí fuera, ¿por qué lo siento como algo tan negativo si no lo es?, ¿por qué yo no puedo jugar con mi libertad, disfrutarla y sentirla sin represalias?.
Aún queda mucho por hacer aquí dentro, pero a veces estoy harta, agotada, y solo miro al resto de personas con cierta envidia de lo libres que parecen ser olvidando que tal vez alguna de esas personas también fue como yo tiempo atrás.
En fin... ya tendrás más tiempo y calma para la introspección, pero ahora, en la recta final, más te vale tatuarte bien adentro cada instante y sensación, pues todos estos son los recuerdos con lo que tendrás que construir lazos y puentes cuando la distancia vuelva a interponerse. 
Ojalá los recreos fueran algo más largos, ojalá cinco minutos más de libertad, ojalá no sentirme tan prisionera y dejar de tapar con tantas ansias lo que merece incendios, ojalá no tener miedos, o mejor aún, ojalá convencer a estos temores de que no hay nada malo ni peligroso en sentir, que esto no es nada más ni menos que estar viva. 



lunes, 4 de septiembre de 2023

Pequeña gran revolución


Tal vez el truco es ponerle más corazón a todo y no tanto cabeza, tal vez está justo ahí, en ser lo suficiéntemente valiente como para decir lo que sentimos mirando a los ojos y no tanto a una pantalla, quitarnos escudos y máscaras y mostrar esa vulnerabilidad, esa sensibilidad y esas áreas de nuestro cuerpo cuya piel es de gallina y decir(nos): estamos vivos, esto es lo que me hace sentir y estar viva. 
Y claro que da miedo, todos tenemos a personas en nuestro pasado que decidieron arañar cuando lo que necesitábamos era una caricia, a veces puede parecer un acto suicida desnudarse ante otro, y no hablo de ropa. 
Pero, ¿ y si ese aparente acto suicida termina con esa caricia deseada, con ese "todo está bien" necesitado o con ese abrazo salvavidas?, ¿acaso no merece la pena jugárnosla por esta posibilidad?, pues sinceramente, aunque no siempre haya sido capaz de dar ese salto de fé en nombre del amor y de la vida creo que la respuesta es que sí, que quiero que mi vida esté repleta de eso, de actos de amor y de valentía en los que, orgullosa, muestre mi desnudez, mi verdad, y jugármela por todo y todos aquellos que me enseñen a sentir la primavera dentro de mí.
Y es que Rozalén tiene razón y es aquí justo donde reside la mayor y verdadera belleza, en este acto de valentía que no es más que el intentar ser uno mismo entre tantos espectáculos de títeres, emprender ese viaje, aparentemente, hacia la nada y tener la certeza de que la mayor belleza siempre nacerá y habitará en el fondo de aquella mirada que ante nuestra propia desnudez consigue hacernos sentir en mitad de un eterno verano. 

Estoy viva, lo sé, lo siento, lo ves. No hay prueba más fiable que esta, sentir lo que siento al bailar ante otros con los ojos cerrados y atreverme a descalzarme como si acabara de llegar a casa. 

Pequeña Laura de mi corazón, aún nos queda mucho que aprender, caminar y volar, toda una vida nos queda, pero lo estás haciendo bien. ¿Ves?, te lo dije, que hayamos sido el campo de batallas de otros y de sus ausentes o malos cuidados no implica que no podamos coincidir por el camino con otras manos, otras miradas, otras historias y otras personas que vean en nosotras campos de flores en los que quedarse a descansar y quien sabe si a vivir. 

Gracias por atreverte a salir de tu madriguera, ojalá lo hicieras más, confía en nosotras mi pequeña gran revolución, todo irá bien.


domingo, 3 de septiembre de 2023

Domingo de resurrección


Hoy me he despertado con algunos miedos mordiéndome por aquí dentro y no he podido evitar llorar ante su presencia mientras me quedaba cinco minutos más en la cama que han acabado siendo más de cinco.
Aún así en momentos he sido feliz al ser consciente de que han disminuido mucho su tamaño y su fuerza desde que les dedico cierto espacio y tiempo a escucharles y mostrarles que el mundo no es un lugar tan peligrosos como ellos se imaginan, pese a esto siguen intentando inhibir mis bailes, mis actuaciones improvisadas y mis ganas de ser real. Así, sin más, permitirme ser sin importar el lugar o las personas que me rodean y disfrutar, aunque solo sea unos minutos, de apagar la mente y entregarle el control a corazón y cuerpo, como me gustaría poder hacerlo más. 
He tocado con las yemas de mis dedos zonas de mi cuerpo que aún están curando, y al llorar he sentido como me escocía al desinfectarlas un poco más a fondo, he acariciado el borde de mi ropa interior y he disfrutado unos segundos la libertad de sentir sin censuras y sin prohibiciones, he abrazado mi almohada con fuerza y he imaginado con puñados de amor que abrazaba a quien tanto echo de menos o a quien echaré de menos en un futuro cercano, pero los miedos volvían a colarse entre mis sábanas haciéndome sentir pequeña y asustada o haciéndome creer que no debería sentir lo que siento, que es mejor esconderlo y mantenerse fría y distante.
Pero es que estoy cansada, es agotador sostener tantas falsas prohibiciones y la careta de alguien racional cuando yo siempre he sido más emocional, a veces entre mis mayores fantasías está la de poder alargar un poco más el tiempo en que soy libre y en que me permito jugar y disfrutar con todo lo que siento, que envidia me dan las personas que saben hacer esto con otras personas, ojalá fuera tan fácil...
Esta mañana lo he conseguido, he encontrado bajo mis sábanas un escondite suficiéntemente bueno como para que a las inseguridades y temores les costase más encontrarme, durante este tiempo he sido libre, me lo he permitido y he acabado llegando al orgasmo a la vez que me rompía a llorar, no sé si esto último ha sido por un exceso de felicidad o por haber coincidido con el instante en que los miedos me habían descubierto, pero me ha gustado la sensación experimentada. 
El temblor de mis piernas y el sonido del nudo de mi garganta deshaciéndose ha sido una manera bonita de sentirme viva y repleta de colores preciosos bajo este cielo gris y oscuro que amenazaba, también, con romperse en cualquier momento. 
Tenía ganas de más, de más libertad, más colores, más vida y más muestras de valentía ante ese puñado de miedos temblorosos, pero de pronto un pitido ensordecedor procedente de mi móvil me ha traído de nuevo a la realidad anunciándonos la emergencia de unas tormentas torrenciales como si se tratase del fin del mundo.
Al final del día ese puñado de miedos seguía ahí dificultándome el tema de las relaciones interpersonales e interfiriendo en mi propia libertad y sentir, pero ni yo me he privado del placentero derecho de seguir intentando ser completamente libre ni el mundo se ha acabado, como de costumbre los miedos siempre tan exagerados y dramáticos, y más los Domingos, menos mal que yo soy más real, más valiente y más grande que ellos.