lunes, 5 de julio de 2021

Bésame las entrañas como si fuera la primera vez


Permanezco en una estación fantasma con un gélido viento arañando mi espalda y con mis manos, temblorosas y rojas por el frío, sujetando un billete de vuelta como si fuera una niña con diabetes agarrando una bolsa de chucherías, tentada a abrirla y volver a probarlas con la fantasiosa esperanza de que ya no te vayan a sentar mal. 
No hay nadie a mi alrededor y tampoco se escucha el sonido de ningún tren que esté llegando a la estación, la niebla me aprieta el nudo que no logré deshacer entre mi garganta y mi corazón y mis ojos se esfuerzan por no humedecerse, tengo los labios cortados y si los chupo sé que sangrarán, no sabría como parar entonces la hemorragia.
Permanezco inmóvil sin desplazar la mirada de las vías del tren, queriendo observar a lo lejos unas luces que me vuelvan a hacer sentir ese calor que sientes cuando llegas a casa después de una tormenta o de un día de invierno.
Tengo mucho miedo a este momento, a este frío y a esta sensación de sentirme perdida, de sentirme desahuciada de mí misma.
Escucho los pasos de alguien, no consigo identificar su rostro ni a centímetros de distancia, me sonríe con ternura de la misma forma en que tu madre te sonreía cuando habías hecho alguna pequeña trastada, me besa la frente y unas manos cálidas agarran la bolsa de golosinas que sostenía con las mías.
- "Es por tu bien ".
Agarras mis manos y haces una pequeña madriguera con ellas, soplas en su interior para devolverles algo de vida y vuelves a sonreírme pidiéndome con cierta tristeza y cierto amor entremezclados que salga de aquí, que ese tren tal vez vuelva o tal vez no, pero que yo valgo algo más que esta espera indefinida hacia una promesa de una vida más fácil, que no mejor.
Jugueteo con la niebla haciendo como si tocara con mis dedos sus miedos ocultos, bailo despacio con los ojos cerrados dejándome besar por ella mientras mis ojos enrojecen ante la adrenalina o miedo del momento.
En los grandes carteles de publicidad veo el reflejo de una chica preciosa que me sonríe con algo de timidez, le devuelvo la sonrisa y su mejillas adquiere un color rosado que se apresura a asegurarme que es por el frío.
Respiro profúndamente, ese nudo molesto sigue ahí, entre corazón y garganta, pero ahora aprieta un poco menos, mis pulmones agradecen el oxígeno con un pequeño temblor causado por el placer de simplemente respirar.
Veo entre los adoquines de la acera una amapola congelada, cualquier persona diría que está muerta, que con tocarla se rompe, yo sé que no es así; me muerdo el labio inferior con fuerza como siempre hago segundos antes de hacer algo que me da miedo, vuelvo a dirigir mi mirada a la chica reflejada en los carteles de publicidad de la estación.
- ¿Quieres bailar conmigo? -desvío la mirada antes de terminar de formular la pregunta por miedo a generar una situación demasiado incomoda.
- No sé bailar -me confiesa con cierta culpabilidad.
- Yo tampoco -sonrío por vergüenza y volviendo a perderme en sus ojos.

Nos quedamos unos minutos intentando no terminar nuestra conversación de esa manera.

- ¿Quieres aprender a bailar conmigo? -entonces sonreímos a la vez y echamos a reír.

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