miércoles, 19 de febrero de 2020

Reencuentros


Un puñado de ilusiones y otro de ganas de llenar de abrazos y besos a quien durante el día a día está sin estar del todo y a quien hoy llegará, tal vez con un rostro cansado, pero, con las mismas ganas de quienes esperan de sentir esa sensación idéntica a cuando llegas a casa, te descalzas y respiras porque estás exactamente donde quieres estar.
Se sienten los nervios que provocan el movimiento repetitivo de los pies o alguna parte del cuerpo, y los ojos poseen un brillo característico compuesto por un puñado de lágrimas contenidas y otro de ilusión y alegría que los más pequeños que allí están manifiestan con saltos y risas y que el resto muestra, con cierta vergüenza, a través de una sonrisa constante dibujada en sus rostros.
El mundo ahí fuera sigue como siempre; la contaminación típica de Madrid que impide ver las estrellas por la noche, el ruido del tráfico que contribuye al estrés diario y las miradas perdidas de personas.
Pero aquí dentro todo es distinto, existe cierta magia, cierto encanto y felicidad inmensa tan sólo por ver a alguien a quien últimamente has echado de menos más de lo que te gustaría y todo eso se siente y genera una burbuja preciosa a la que en parte contribuyó el hecho de que existiera una despedida hace un tiempo.
Y por fin ha llegado, el deseado reencuentro, hoy es el día, en la zona de llegadas del aeropuerto que no sé si la vemos preciosa por lo que se siente los minutos de antes o por todo lo que estas paredes han visto, pero, sea como sea todos estamos pendientes de la puerta deseando ver a esa persona y abrazarla lo suficientemente fuerte como para que, con un poco de suerte, parar el tiempo justo en ese instante. 

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