jueves, 6 de febrero de 2020

Madrugada


Alguien dijo una vez que no podemos decidir sufrir o no sufrir, que el dolor es algo inevitable y por mucho que intentemos esquivarlo, necesariamente nos acaba encontrado en ciertos momentos.
Lo que sí podemos elegir es la causa de alguna que otra noche de insomnio en la que nos permitimos que todo salga fuera para poder seguir respirando.
Y yo te elijo a ti, una y mil veces como la causa de esas noches porque también eres la razón por la que muchas otras he sonreído sin parar pensando en cualquier tontería tan tuya, porque eres el motivo de mis carcajadas y sonrisas hasta en los días más negros, de mis bailes ilusionada al volver a casa, de mis ganas de ser feliz y de cuidarte sin que seas demasiado consciente de ello.
Y sí, me he lanzado al vacío por primera vez en mi vida y tenía y tengo miedo, pero, lo he hecho sin separar los pies del suelo; en ningún momento me he olvidado de que estoy enamorada de unos ojos que sé que nunca brillarán por mí, y duele, joder que si duele en ocasiones, justo ahí donde nunca me atreví a mirar y donde desde hace un tiempo alguien duerme y me cuida a base de mimos y supongo que por eso eres tú, por ser la razón de cada baile delante del espejo al despertarme, porque en un mundo lleno de consejos para tapar las imperfecciones, tú llegaste y las admiraste como nadie. 

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