miércoles, 29 de enero de 2020

Despedidas


Lo único bonito de las despedidas es el último abrazo que confirma que ese no va a ser el último y, bajo un manto de nostalgia contenida y un puñado de fuegos artificiales que explotan todos a la vez provocando sonrisas con los ojos cerrados deseando que se pare el tiempo justo ahora, aseguran que nunca se dejará pasar el suficiente tiempo como para que los miedos y los kilómetros de distancia aprieten justo ahí, en el lado izquierdo de nuestro pecho que lleva horas pintando las paredes y colgando recuerdos como si estuviera decorando su nuevo piso.
Las despedidas son como hacer maletas de deseos en el interior de personas de forma cuidadosa y con cariño, y es precioso que aunque casi nunca se verbalicen siempre se transmitan entre miradas y sonrisas, pero, siendo sinceros las despedidas son una mierda por el hecho de que supone volver a separarse de personas que deberían estar a centímetros de distancia todos los días, supone perder momentos y hacer más especial aún cada recuerdo, es echar de menos por primera vez la cotidianidad de estar en silencio o cosas tan pequeñas como poder decir: ¡hasta mañana! y llorar por primera vez en el aeropuerto, encontrando ciertas añoranza y alegría entremezcladas en él.
Ojalá no existieran las despedidas, pero, si tienen que existir ojalá siempre venga un reencuentro después de ella, porque creo que eso es lo único bonito de ellas, confirmar en el último abrazo que no será el último.

lunes, 27 de enero de 2020

Salida de emergencias


A veces me gustaría romperlo todo, salir corriendo por la salida de emergencias, tomar aire como si llevara demasiado tiempo bajo el agua y necesitara respirar ya, gritar en algún que otro momento que no siempre estoy bien, que no da igual, que me importa, que no puedo yo sola con todo, que me da miedo sentir que no soy capaz de conseguirlo, pero, me asusta la idea de pensar que nadie esté escuchándome en ese instante.
Luego llego a ser consciente de que lo que realmente necesitaría en algunos momentos, en algunos días, es escapar de mí misma, esconderme aunque sólo sean cinco minutos de las inseguridades, los miedos y la montaña interminable de pensamientos y recuerdo que, aunque a veces lo consiga, no es tiempo suficiente y duele, joder que si duele luchar contigo misma algunos días, porque hay veces donde nosotros mismos somos nuestros peores enemigos y los cuales nos provocamos más daño.
Pero, no todos los días van a ser buenos y no pasa nada, deberíamos dejar esa tóxica manía de querer estar bien siempre y reconocer que hay días donde hasta lo más pequeño puede contigo.
Me gustaría muchas veces verme a través de los ojos de otras personas y esto es algo que voy, poco a poco, consiguiendo más a menudo.
Veo alguien llena de colores y virtudes, de risas y de lágrimas, de fuegos artificiales y de montañas rusas de emociones contagiosas y no me creo que sea yo la personas que están viendo, no me creo que esa sea yo porque ayer mismo no era capaz de ver nada de esto, porque ayer mismo los miedos e inseguridades volvieron a provocarme la necesidad de salir corriendo y tomar aire y, de una forma u otra, hasta ahora siempre lo he conseguido, así que, las cosas van bastante bien, aunque a veces lo olvide, aunque a veces quisiera ir por la salida de emergencias, olvidando que nadie puede escapar de sí mismo. 

sábado, 11 de enero de 2020

Recitales Poéticos.


Para escribir y recitar en muchas ocasiones hay que cerrar los ojos, y eso hice.
Asustada, como si fuera un barco de papel a la deriva y sujetándome al micrófono como única señal fiable de que no he desaparecido, de que sigo aquí, delante de muchas miradas curiosas y algún murmullo que rompe el silencio.
Es curioso, creí que todos esos ojos expectantes me harían sentirme incómoda o nerviosa, pero, nada de eso.
En el silencio, del cual soy ahora la dueña, ya he viajado a la velocidad de la luz en el espacio y en el tiempo y mi cuerpo permanece apoyado en el taburete como si sólo fuera el envoltorio de una energía y magia que juguetea con el segundero del reloj deseando detenerlo.
Empieza mi voz a quebrar el silencio y las palabras salen solas como si cada una de ellas tuviera consciencia propia y supiera cuando es su turno, no sé muy bien como lo hago y, tal vez, por eso me gusten estos momentos, porque aunque sea yo quien está ante el micrófono, también estoy al otro lado escuchándome.
Sólo son dos o tres minutos y lo disfruto transformando mi cuerpo en una especie de marioneta que se mueve a su antojo sintiendo cada palabra en algún recóndito escondite que durante este tiempo ha estado visible.
Termino, vuelta a sentirme pequeña, observo a todas las personas y no sé cómo lo he hecho, pero, algunas de ellas sonríen y otras me siguen observando con curiosidad.

Tímidamente empiezan a aplaudir y es la parte que menos me gusta al sentirme demasiado observada, pero, intento sonreír en forma de agradecimiento y de nuevo el micrófono y el pequeño escenario quedan vacios y alumbrados por una lámpara que se parece mucho a las de Harry Potter y, mientras varias amigas me llenan de piropos, observo callada esa especie de cápsula espacio-temporal y admiro con cierta envidia la seguridad y magia de la chica que acaba de salir hace unos segundos a recitar.

miércoles, 8 de enero de 2020

No sé ni que quiero decir.


Y en ese instante en el que reina el silencio después del ruido te vuelves consciente de que nada volverá a ser como antes y que sólo queda aceptarlo y mirar hacia delante, y lo aceptas, pero, duele.
Aún así sigues siendo capaz de identificar muchas cosas que han mejorado en ti y las usas como consuelo de una realidad que araña de vez en cuando.
Y el futuro se vuelve resplandeciente, ves personas y planes que tal vez ya estaban ahí, aunque sea ahora cuando empiezas a verlos de verdad y vuelve  esa mezcla de nostalgia y alegría contenida en unos ojos encharcados de lágrimas de los cuales todos los miedos se han puesto de acuerdo para hacerse con el control de ellos y de todo tu caótico interior del cual empiezas a creer que nunca serás capaz de dejar al descubierto a prueba de balas, pero nos salvan esos momentos en los que te levantas y ves belleza dentro de ti y ojalá vivir en ese segundo exacto.
No sé quién dijo que las personas somos como animales, pero, con emociones y sentimientos complejos y menuda razón, menuda montaña rusa.
 Y no sé que me pasa, es uno de esos días donde quieres cosas totalmente opuestas; salir de fiesta y Domingo de mantita y peli, un abrazo que te asegure que todo va a ir bien y un beso de película, una canción lenta y la siguiente que sea lo más movida posible.
Yo que sé, me gusta cuando escribo así, sin pensar y sin pausa, de seguido como si supiera lo que estoy escribiendo sin ni siquiera estar revisándolo, hay veces en que luego lo leo y hasta yo misma me sorprendo y la verdad no tenía pensado empezar el año así, pero, tal vez esta sea la única forma de hacerlo, al menos, hoy.