miércoles, 12 de junio de 2019

Catarsis Emocional.

Pasos torpes y desorientados, el contacto de sus zapatos negros con el suelo es lo único que rompe el silencio.
Se apoya en las paredes e intenta inhalar algo de aire, escucha una canción lenta para dos y duda si la melodía viene de algún bar perdido o es consecuencia de la mezcla de recuerdos y alcohol.
Baila, gira sobre sí misma y muy bajito tararea la canción como si de una nana se tratase, intenta contener las lágrimas un segundo, pero luego le es imposible y se mezclan con una risa que le permite coger todo el aire que necesitaba.
Empieza a caminar por el bordillo de la acera como si de una funambulista se tratase; pasos rápidos y lentos se combinan mientras sigue girando al ritmo de la canción sin perder el equilibrio.
Desde fuera resulta precioso y estremecedor a la vez observarla tan perdida y caótica, aunque, lo que realmente estremece es ser consciente de lo poco que le importa estarlo.
Cierra los ojos e imagina la cuerda por la que camina a kilómetros de distancia del suelo, siente el frío aire arañandole las mejillas y respira tan hondo como puede, hacía tiempo que no lo podía (quería) hacer y ahora que nadie le ve no quiere dejarse nada dentro.
Deja caer el bolso al suelo, se libera de los molestos tacones, se quita la americana que le ha estado oprimiendo el pecho toda la noche y grita el estribillo de la canción con una voz entrecortada.
Sonríe y se da cuenta que lo único que necesitaba esa noche era romper con todo, en vez de tantos litros de alcohol que asesinaran a las últimas mariposas de su interior.
Sigue girando sobre sí misma, le da miedo parar, el instante es parecido a cuando de pequeño apretabas con fuerza la parte de tu cuerpo donde tuvieses la herida sabiendo que cuando dejaras de hacerlo iba a empezar a doler de verdad.
Lo que siempre olvidábamos era que en mitad de ese dolor siempre venía alguien, nos soplaba ahí donde nos dolía, nos miraba con ternura y nos hacía entender que sino era hoy, mañana el dolor ya habría desaparecido.
Llega a su portal, introduce la llave con torpeza y al entrar se observa en el espejo del ascensor, se siente realmente feliz pese a lo caóticamente emocional que haya resultado la noche; mañana no se acordará de apenas nada por haber empezado la noche creyendo que el alcohol evitaría el dolor, mañana ya no estará apretando la herida con fuerza y entonces empezará el dolor, el temido dolor, pero, hoy se siente feliz y eso es lo único que realmente le importa.

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