jueves, 4 de abril de 2024

Pensamientos revoltosos


De pequeña me decían que si algo por dentro nos dolía había que echar agua de mar o permitirse llorarlo para que así, por un camino u otro, acabara dejando de doler; de pequeña las vacaciones eran más largas y existía una casa de la abuela en la que los miedos y preocupaciones quedaban fuera, podía pasar todo el día en la playa dejando que el mar y las olas hicieran conmigo su efecto curativo y mágico.
Ahora las vacaciones ya no son tan largas y ya no existe esa casa de la abuela, por lo que me he vuelto más llorona de lo que ya era, a veces odio sentir tanto por todo, es como que me implica una gestión interna y un trabajo emocional constante y,  a veces, no fácil de llevar a cabo, pero me siento orgullosa de todo lo que he ido mejorando y creciendo por aquí dentro sin soltar la mano de esa niña, que suele tener siempre la cabeza en las nubes. 
Y es que crecer es perfectamente compatible con ser una llorona, con seguir encontrando formas en las nubes, frenar el coche ante cualquier campo de girasoles para bailar entre ellos o jugar con las margaritas a ese juego de que nos quieran mientras seguimos aprendiendo cómo va eso de quererse bien a una misma; me gusta seguir creciendo sin soltarle nunca la mano a mi niña interna, es algo complicada llegar a ella a veces, pero también es especial.
Echo de menos a mis abuelos, con el fallecimiento de mi abuela he aprendido en carne propia que el duelo no es tanto superar la ausencia de alguien, sino aprender a vivir con esa ausencia, hay personas realmente preciosas ahí fuera con las que ojalá siempre nos quedara un abrazo pendiente para así no despedirnos nunca de ellas, pero en fin...
Me estoy enamorando hasta las trancas de mi trabajo, me siento muy orgullosa de mí misma y del papel que juego; desde hace meses llevo siendo el abrazo de un niño al que le da miedo la oscuridad, la profesora de una niña que está aprendiendo a trabajar la dislexia, el brazo en el que apoyarse un niño que no acaba de encontrar su sitio en el colegio, la mirada hacia una niña que crece en una casa que poco tiene de hogar, la guía de otra niña en el trastorno bipolar, y el de otro niño en la enfermedad del cáncer; formo parte de muchas historias de crecimiento, superación e inmenso amor; porque eso es lo que hago, trabajar con amor y con el amor obteniendo juntos cambios realmente grandes, lo estamos haciendo bien, pasito a pasito.
 
A veces, me enfado conmigo misma y se me olvida eso de intentar ser compasiva y tratarme desde la aceptación y no tanto desde el juicio, pero es que no sé porqué las personas intentamos tanto controlarlo todo si al final, a veces, todo sale por los aires. ¿No os ha pasado que, en ocasiones, para protegeros os habéis puesto en la peor de las opciones y os la habéis repetido mentalmente para ir aceptandola, pero cuando realmente ocurre os duele como si no hubierais hecho ningún tipo de preparación previa a ese dolor?
Bienvenidos al asqueroso universo de los pensamientos catastróficos y del autosabotaje, a veces tengo etapas en que me impresiono de lo bien que va todo y de mi capacidad de dejarme ir y saltar al vacío, pero otras soy una experta en cuanto a boicots, aún así sigo diciendo que estoy feliz por todo lo que estoy creciendo, porque lo estoy haciendo, paso a paso. 
Yo debería irme a dormir en algún momento, pero aquí ando, con mis avispas en la tripa y mi mente en una montaña rusa, el cansancio general ya le está pidiendo que se baje, pero ahí sigue la sinvergüenza. 
Tengo ganas de volver a la playa, a Galicia, ya no habrá ninguna casa de la abuela esperando, y es algo que me da muchísimo miedo, el instante en que llegue a esa calle y ya no... pero, tengo ganas de bañarme en el mar, dejarme columpiar por el balanceo de las olas y que no exista nada más que ese mágico y curativo momento, ojalá pronto. 

Rin, rin, rin...
Fin de la atracción, bájate y vámonos ya a dormir, es tarde y mañana madrugo. 

Buenas noches. 

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