viernes, 15 de marzo de 2024

Niñas guerreras


La niña grita, y no sólo eso, ruge.
La niña intenta acariciar y araña sin querer, queriendo aún así que le quieran bien.
La niña defiende, lo suyo y a los suyos, contra viento y marea sin haber perdido todavía el miedo a la oscuridad. 
La niña es rebelde y revolucionaria ante cualquier injusticia o cosa que no entienda del todo. 
La niña llora en el baño y se besa con un cualquiera en público. 
La niña patalea cuando algo le duele y muestra la rabia como el eterno disfraz de la tristeza.
La niña juega a sentirse deseada en brazos expertos en agarrar y en bocas expertas en morder, pero a ella lo que le gustaría es algún día recibir una caricia y un beso en la frente. 
La niña escribe en su piel una carta de auxilio que nunca llega a enviar. 
La niña es la marioneta de adultos que nunca tuvieron tiempo para ser niños.
La niña es la moneda de cambio de dos adultos que mucho saben de sexo y de facturas en común, pero que poco saben de ellos mismos y del amor. 
La niña es la superviviente de una casa que nunca fue hogar. 
La niña es la tirita de una herida no desinfectada.
La niña es el reflejo de una realidad aplastante sobre una lista de sueños de una madre a la que nunca le dejaron ser niña. 
La niña es fuerte y protestona, y eso incomoda a una sociedad que la quiere muda y sumisa.
La niña es la promesa fallida de un padre que ya no está aquí.
La niña es muchas cosas que no debería ser.
Pero, sobre todo, la niña es niña, y como niña que es, sólo quiere jugar y que, por la noche, unos brazos gorditos y grandes le lleven del sofá a su cama por arte de magia. 

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