jueves, 29 de febrero de 2024

Estrellas fugaces


Hay personas que son, cómo diría una de mis primas pequeñas, más mágicas que la Navidad. 
Son como las hadas de las que habla una de las canciones de Rozalen, a veces pueden pasar por tu lado y no darte ni cuenta, pero en otras ocasiones, y si tienes suerte, puedes identificarlas.
Son personas que te sacan, durante un ratito, del caos de tu día a día, y a veces también del de tu mente, haciéndote reír por los motivos más absurdos, reconectar con las cosas más sencillas, y sentirte a su lado un poco como el instante en que llegas a casa después del trabajo, te descalzas y te acuestas por fin a ver cualquier serie, por fin...
Hazme caso y aprovecha, disfruta y aprende mientras puedas tanto como puedas de estas personas, nunca sabemos cuando estamos dando un abrazo o un beso por última vez, y es algo que me sigue dando mucho miedo en ocasiones.
Voy a hablarte, o mejor dicho, a escribirte ahora a ti, perdóname por hacerlo, pero es mi manera de sentir, curar y procesar todo lo que ocurre en mi mundo emocional, no es fácil en ocasiones gestionar el sentir tanto por todo. 
Me he sentido realmente cómoda y segura a tu lado, y es algo que apenas suelen conseguir las nuevas personas que conozco; la mayoría de personas llegan a la superficie, luego o se van o me voy yo, y no siento en exceso su ausencia porque es como que no llego a sentirme del todo yo o no llego a sentirlo realmente lugar seguro, pero contigo sí me he sentido así y, aunque me hubiera gustado que te quedaras un poquito más a mi lado, te agradezco mucho que me hayas hecho sentir que soy alguien fácil de conocer y tener cerca, me has ayudado un poquito a curar zonas que aún están sensibles, en definitiva, me ha gustado mucho tener la suerte de haberte conocido, ojalá volver a coincidir más adelante.
Hay que estar muy atentos, pues no siempre nos damos cuenta que las personas mágicas las tenemos mucho más cerca de lo que creemos; descúbrelas, disfruta con ellas y de ellas, aprende de su capacidad de hacerte sentir en calma durante esos ratitos y no tengas miedo a cuando toque aceptar su ausencia, recuerda que cada persona tiene su camino y su historia, no podemos obligar a nadie a elegirnos como una de sus A.A o a pedirle que se quede, pero podemos, mientras quieran estar aquí, dejarnos querer y cuidar y sentirlo todo tanto como podamos, no existe mejor manera de pintar recuerdos preciosos que esa, no tengas miedo. 
Y a ti, gracias por pasarte por aquí, me hizo ilusión que me dejaras conocer un poquito qué había debajo de esa coraza.

miércoles, 28 de febrero de 2024

Reconciliaciones y pañuelos usados


Hace muchos muchos años una de mis profesoras del colegio escribió en mi agenda una nota a mi madre diciéndole que quería reunirse con ella para contarle que tal iba en el curso. 
Esa fue la primera reunión en la que le dijeron a mi madre de manera clara que su hija lloraba demasiado y que tenía que hacer que dejase de llorar para ser una mujer fuerte en el futuro; mi madre, como buena madre que quiere lo mejor para su hija, me dijo esa tarde que no podía llorar por tonterías porque sino cuando llorase por algo verdaderamente importante nadie me haría caso, en ese momento la conversación quedó ahí, pero por dentro me quedé con ganas de preguntarle quien se encargaba de decidir qué temas eran importantes y cuáles no lo eran. 
Con el paso del tiempo fui aprendiendo, de diversas formas y a través de distintas personas de manera más o menos directa, estrategias para protegerse y ser fuerte; no llorar, o no delante de otros, fue la primera lección que nunca llegué a comprender del todo ni se me daba demasiado bien. Otras lecciones eran no mostrar demasiado las cosas que te hacían ilusión, sobre todo si era una persona la que te generaba esa ilusión, ni ir detrás de nadie pidiendo atención o afecto ya que lo importante eras y eres tú y tu prioridad debes ser siempre tú.
Hay infinidad de eslóganes que hacen referencia a esa individualidad que te hace llegar a tu mejor versión, a cuidar de ti, a no necesitar nada de nadie, a potenciar el amor propio y tu propio camino ante todo y ante todos, y está bien todo esto, no debemos olvidarnos de nosotros nunca, pero tampoco debemos olvidarnos del otro. 
¿Dónde están los eslóganes y libros que hablan de acompañar al otro, de sostnerle cuando lo necesite, de ayudarle sin pedir algo a cambio y de celebrar, incluso más de lo que lo hace el otro, cada triunfo que logre?.
Necesitamos del otro, y esto no es malo, es malo el extremo de sentir que sin el otro nos morimos, que no somos nadie sin él o que valemos menos sin su presencia en nuestras vidas, cuidadito con esto, pero es que entre el blanco y el negro hay una escala de grises que no son negativos, sino que dom naturales, necesitamos del otro, necesitamos la paz de saber que podremos contar con esa persona en las malas, necesitamos la estabilidad que nos permita seguir creciendo individual y colectivamente y necesitamos el amor hacia nosotras, y también hacia el otro, que nos haga sostenerle en las malas y ayudarle a seguir avanzando hasta las estrellas en las buenas.

Otra de las ridículas lecciones que me dieron cuando era pequeña fue la de guardar toda información íntima o demasiado personal dentro de nosotras y no poner fácil su acceso por parte de los de fuera; de este modo, la persona tendría menos herramientas con las que hacerte daño si lo intentaba o no dolería tanto su ausencia si en algún momento se marchaba.

Un día, en unas vacaciones en la casa de mi abuela, esta me abrazó con tanto amor que me sacó alguna que otra lágrima, esta me miró preocupada y me preguntó la razón por la que lloraba, yo le dije, sin pretender ser distante ni aparentemente "fuerte" que lloraba porque le quería mucho. 
Mi abuela entonces me miró con orgullo y con esa sonrisa tan dulce que tenía y dijo señalando mi pecho con su dedo índice:
- tienes aquí dentro un corazón muy grande capaz de sentir cada emoción intensamente, está bien que llores, que rías, que ames, que te ilusiones... estamos aquí de paso, así que siéntelo todo tanto como puedas. 

Mi abuela acarició ese día la superficie de una herida que empezaría a desinfectar y curar durante dos años en terapia. Uno de los mayores regalos que me hizo mi abuela antes de marcharse fue el de enseñarme a querer con todo el corazón, ella también lo hacía muy bien, y en terapia, sin lugar a dudas, uno de los mayores regalos fue el de reconciliarme con mi vulnerabilidad, con mis emociones y encontrar en ellas mi mayor superpoder.

Lo he pasado muy mal y he sufrido mucho desde que decidí empezar a vivir el día a día sin corazas, pero también he vivido momentos e historias preciosas en los que el amor y la felicidad no me cabía en el pecho, no me arrepiento de mi manera de sentir, es más, estoy orgullosa de ser capaz de sentir tanto cada emoción y sentirme, en definitiva, viva a través de ellas. 

Me gusta ilusionarme hasta cuando veo flores nuevas en el campo, me gusta romperme a llorar siempre que lo necesite (aunque me siga dando miedo hacerlo), me gusta abrazar, acariciar y besar con los ojos cerrados y con puños repletos de amor y de ganas de cuidar y de dejarme cuidar, me gusta cuando conozco a alguien que me hace sentir bien anotar que cosas le gustan para regalárselas en su cumpleaños si sigue aquí, me gusta emocionarme con las canciones de siempre y con la última que acaba de salir, me gusta creer en el amor y usarlo para acercarme a la mejor versión de mí misma, me gusto mucho, aunque aún quede aquí dentro mucho que limpiar, trabajar y seguir construyendo. 

Soy capaz de llorar con la cara al descubierto, reconocer mi dolor, permitirme sentirlo y acunarlo por las noches y transformarlo en ganas de volver a querer vivir nuevas aventuras ahí fuera con el amor y la ilusión como mis mayores fortalezas. 

Siempre he sido una niña muy llorona y, después de todos estos años, menos mal que lo era y lo soy. 

miércoles, 14 de febrero de 2024

Hoy es San Valentín y yo tenía ganas de escribir acerca del amor

Creo en el amor, yo creo, sí creo. 
Creo en el amor porque sé como yo soy capaz de querer, y por eso mismo creo y creeré en el amor hasta el último aliento. 
Pero no estoy hablando de un tipo de amor concreto o de esas historias de amor de película que poco parecido tienen con la realidad; estoy hablando del amor como esa energía capaz de acercarte a la mejor versión de ti misma y llegar a cambiar el mundo de muchas personas.
Mi manera de querer no siempre ha sido fácil de entender, pero a mí me parece una manera preciosa de hacerlo. Formo parte de muchas historias de amor a la vez y me siento realmente afortunada por ello, estoy enamorada hasta las trancas de una persona que me enseñó que el amor siempre gana, y también tengo amigas con las que voy escribiendo día tras día historias de amor preciosas, dicen que hay amigas que son el amor de tu vida, pero en amigas, estoy de acuerdo, tengo amigas con las que ojalá poder envejecer hasta el último suspiro.
Es un amor precioso el que siento aquí dentro por cada una de ellas, pero lo mejor es que es un amor real que nos permite acercarnos a ser cada una de nosotras la mejor versión de nosotras mismas.
Y no, por mucho que quiera no quiero prometernos ese "para siempre" idílico y ficticio, nosotras creemos más en el "mientras sea sano y mientra nuestros caminos puedan estar cercanos".
No sé si seguiré al lado de ellas el resto de mi vida (me gustaría), pero si algún día toca separarnos nos quedaremos con el consuelo de que nos quisimos lo mejor que supimos y que, al final, el verdadero "para siempre" es lo que dejamos en el corazón de otras personas, tengo el enorme privilegio de poder decir que hay algunos corazones en los que ya me he vuelto inmortal.
Creo en el amor, así como en que la ternura es revolucionaria, pero creo en el amor real, el que siento cuando veo a la niña de aquí dentro bailar cuando supera un miedo, el que siento cuando veo a esa mujer preciosa acurrucarse en mi pecho cuando duerme, el que siento cuando me abrazan mientras lloro, el que siento cuando me besan o me acarician zonas de mi cuerpo que me asusta dejar al descubierto, el que siento cuando me invitan a una cerveza los días de mierda, el que siento cuando me piden que les avise cuando llegue a casa, el que siento cuando se alegran más ellas de mis éxitos que yo misma, el que siento cuando confían en mí, el que siento por quien está los domingos y no tanto los sábados.
Estoy escribiendo muchas historias de amor a la vez que me hacen realmente feliz y que no necesitan ni flores ni bombones un 14 de febrero, porque son de ese otro tipo de amores que me regalan en cada abrazo, en cada beso y en cada mimo un "sal ahí fuera y cómete el mundo, yo te prometo que seguiré aquí por la noche para que me cuentes emocionada todo lo que has vivido".
A todas las personas que quisieron averiguar qué había en el lado izquierdo de mi pecho y que siguen queriendo descubrirlo día tras día:
Os quiero con todo el Corazón, gracias por estar ahí cerquita siempre.
Y a vosotros, abuela y abuelo, gracias porque no pude tener mejores maestros en temas del amor que vosotros dos, os echo de menos.

Feliz día, que viva el amor, hoy y siempre.