martes, 30 de enero de 2024

La magia de los detalles

Me da igual que estés o no cualquier Sábado, quiero más que estés conmigo el domingo. 
Quiero que estés los domingos a mi lado, cuando me toca soportar la resaca, preparar el trabajo de la semana o abrirle la puerta a cierta tristeza, procedente de una dulce nostalgia, o a una ansiedad, procedente de una mente que ya tiene la lavadora puesta. 
No quiero flores ni bombones un 14 de Febrero, quiero verte a la salida de mi trabajo o en mi portal un día cualquiera que se vuelva especial con tu presencia; no quiero un gran regalo en mi cumpleaños, quiero que me reserves ese finde para celebrarlo conmigo; no quiero conciertos caros, quiero cantar canción tras canción en tu coche camino de un viaje a través del cual escapar de todo; no quiero un testamento por WhatsApp o que me lleves de fiesta cuando esté de bajón, quiero que aparezcas en mi casa con un paquete de pipas dispuesta a escucharme el tiempo que necesite en cualquier banco; no quiero que me lleves a la ciudad más brillante y ruidosa del mundo, quiero que me lleves a cualquier campo lleno de flores y que me hables de ti mientras las estrellas nos observan; no quiero un "eres la persona más increíble que he conocido", prefiero un "avísame cuando llegues a casa, te quiero"; no quiero ir a ese nuevo restaurante que cuesta más por lo que aparenta que por lo que es, quiero ir a alguno menos lujoso y en el que se coma mejor.
No quiero fuegos artificiales ni grandilocuentes ni que te esfuerces por estar en las buenas, te prefiero en las malas y en los momentos más cotidianos del día a día.
Todo el mundo es capaz de brillar y hacerme brillar rodeada de luces, pero no todos son capaces de lograrlo cuando todo está a oscuras. 
Acompáñame en mitad de la oscuridad, aprendamos juntas a crear luces aquí y ahora, ese será nuestro superpoder, esas son las personas con las que quiero envejecer. 

lunes, 29 de enero de 2024

Tolerancia a la incertidumbre

 Si nadie nos enseña a recibir amor o cuidados cuando estamos rotos o sanando todavía, ¿por qué deberíamos saber hacerlo?, ¿y si todo el amor que ofrecemos a otros en realidad es lo que nosotros mismos estamos necesitando?, ¿Se puede ofrecer a otros y sentir que al mismo tiempo te lo estás dando a ti misma?, ¿es esta una prueba de que estamos en un lugar seguro en el que podemos desnudarnos?, ¿por qué las personas están tan obsesionadas en quitarse la ropa y la hipersexualización de los vínculos y temen/evitan tanto el desnudarse ante la mirada del otro?, ¿Qué es lo que me está removiendo en realidad; la exposición a la desnudez/vulnerabilidad o a mis propios miedos?, ¿acaso no es lo mismo?. ¿Cómo se apaga durante un rato tu propia cabeza?, ¿seguirían mis amigas llamándome valiente si pudieran verme por dentro?, ¿estoy siendo valiente o suicida?; acabo de recibir un abrazo en donde aún duele, en donde aún se percibe el rastro de una herida, entonces, ¿es este un espacio seguro?, ¿aquí se puede descansar de los problemas de ahí fuera?, ¿y todo esto como se lo explico a la niña de aquí dentro?, la tía es una cabezota de mucho cuidado y demasiado miedosa en ocasiones.

Echo de menos a demasiadas personas importantes para mí, algunas están demasiado lejos, otras andan más cerca, ando algo sensible y todavía no sé exactamente la razón por la que estoy así, pero me permito sentirlo, sentirme.

Abrazo el dolor y a los miedos mientras le susurro a la niña de aquí dentro que lo está haciendo bien, que estoy orgullosa de ella y que le quiero mucho. Pese a no tener ni idea de casi nada me sigue encantando ser tan intesita pese a las llorera de esta mañana. No pasa nada por improvisar un poco, este es un espacio seguro, respira, confía, todo irá bien.



jueves, 25 de enero de 2024

A mis niños y niñas perdidos de NuncaJamás


Mi nombre es el mismo siempre, pero no suena siempre igual, ellos lo pronuncian de una forma más bonita, tal vez sea por el puñado de ilusión con el que van descubriendo el mundo, o por el puñado de inocencia y verdad con el que aún tienen la suerte de contar. 
Sus ojos me observan, y la niña de aquí dentro, esa que cuida y mantiene mi luz intacta, se cuela en el corazón de cada uno de ellos dispuesta a enseñarles la magia y el superpoder de ser ellos mismos y de cuidar siempre, ante todo y ante todos, esa ilusión y ganas de descubrir el mundo desde el amor y la bondad, ojalá advertirles que crecer no siempre será fácil, que habrá momentos en los cuales todo se desmorone, pero yo creo en cada uno de ellos y de ellas, y por eso mismo disfruto tanto verles crecer agarraditos, cuando lo necesitan, de mi mano.
Sus miradas son limpias, claras y brillan tanto como las luciérnagas en la noche; unas manos chiquititas me agarran de mi jersey para que vaya a su sitio, otras rodean mi cuello encontrando refugio en mi hombro derecho mientras les abrazo fuerte para transmitirles que estoy a su lado, que no me moveré de aquí ni hasta cuando toque despedirnos. Otras manos acarician mi rostro con ternura mientras conocen y juegan con mi niña interna.

Al terminar la jornada termino con un rostro repleto de besos y caricias, que tienen el mismo olor que una cama con las sábanas recién cambiadas, y con un corazón lleno de amor, ternura e ilusión.  Algunos de ellos tienen la suerte de tener en sus casas hogares en los que crecer bien y a su ritmo, otros tienen a su alrededor o dentro de ellos historias más complicadas, pero cada uno de ellos está empezando a descubrir el mundo desde la mayor curiosidad e ilusión posible, aprendo mucho más yo de ellos que ellos de mí, lo estoy haciendo bien, lo estamos haciendo bien.

Tengo un trabajo que me permite cuidar cofres repletos de amor, ilusión, inocencia, emociones y ternura; sé que no todo será de color de rosa, que la propia vida les irá enseñando por un camino u otro el significado de la fortaleza, la resiliencia y el esfuerzo, pero también sé que juntos somos imparables y que, mientras no pierdan nunca al niño o a la niña que hoy son, todo irá bien. 

Les quiero, sí, les quiero muchísimo. A comienzos de curso prometí que tendría cuidado con los sentimientos ya que el año que viene, probablemente, tenga nuevos grupos de menores, pero siendo sincera, ya me han robado el corazón entero con cada abrazo de oso y cada beso de esquimal que me dan.

Son ellos mismos siempre y, poco a poco, irán descubriendo que ese es su mayor superpoder. 

Ya quisiera Batman, Spiderman o la patrulla canina parecerse a cada uno de ellos, algún día se darán cuenta que los mayores y mejores superhéroes siempre fueron ellos mismos. 

lunes, 22 de enero de 2024

Lunes de nuevo


Es curioso, se me da realmente bien y disfruto mucho cuidando a otros, sobre todo, si son personas a las que quiero; me encanta escucharles con atención, sentir en mi propio cuerpo cada una de sus emociones, abrazarles, mimarles y acompañarles durante un rato intentando hacerles ver el vaso medio lleno; me gusta hablarles y tratarles desde el más absoluto amor incondicional y desde la ternura y el cariño como mis mayores cualidades frente a los miedos y problemas de ahí fuera o de aquí dentro, no sé si aprendí a cómo hacer esto en algún momento concreto, pero me recuerdo desde muy pequeña siendo quien más y mejor cuidaba a sus personas importantes.
El problema, como ya me descubrió mi psicóloga hace años, viene cuando me tienen que cuidar a mí. Mi psicóloga me dijo que había muchísimas personas que debían aprender a cuidar al otro ya que les resultaba algo complicado de hacer, y más en una sociedad tan individualizada como esta, pero me dijo que yo estaba en el otro grupo, en el que les cuesta dejarse cuidar y querer llegando, a veces, a preferir hundirse y romperse en completo silencio y a solas para que el resto no se enterase. 
Pasado el tiempo descubrí que gran parte de la dificultad en estos temas procedía de un temor inmenso, y a veces irracional, a que me hicieran daño, no sé muy bien de qué manera, pero me asusta mucho que el otro me hiera o sentirme vulnerable ante unos ojos que no sean los míos.
Pero en el fondo, justo lo que más miedo me da es lo que más me gusta experimentar, mostrarme ante unos ojos nuevos, dejar al descubierto la vulnerabilidad y recibir un abrazo donde aún se perciben ciertas heridas en proceso de curarse, me dan pánico esos momentos, pero a la vez sé que la única manera de superar un miedo es exponiéndose frente a él.
Lo intento, lo hago... pero la manera en que me hablo a mí misma en ciertos días es muy diferente a como hablaría a cualquiera de mis amigas, a veces soy mi peor enemiga y siento un montón de granadas cargadas de odio, reproche y etiquetas explotando dentro de mí; con el tiempo he aprendido a reducir los momentos en que me hablo de esta forma, pero aún lo sigo haciendo cuando estoy asustada, pero al menos sigo aquí, frente al miedo, dispuesta a superarlo, ¿esta mierda cómo se hace?, ¿voy bien?.
Intento no autoboicotearme y cada vez consigo más, en mayor o menor medida, callar las voces de aquí dentro, pero acabo realmente agotada, que complicado es a veces tocar lo de dentro y dejarse cuidar, lo hago/intento y, a veces, recibo un abrazo en donde aún se percibe la señal de un disparo.
Estoy algo cansada y con los miedos a flor de piel ciertos días, pero creo que voy bien, aunque sea a un ritmo más despacio de lo que me gustaría. Mi mejor amiga me llena de mimos, aunque sea a distancia, y me llama valiente mientras me mira con cariño, como le echo de menos, pero menos mal que me decía la verdad cuando me prometió que estaríamos juntas hasta ser dos viejas riéndose de la vida, hay personas que me quieren y cuidan como lo hago yo con otros, tal vez por eso merezca la pena seguir siendo valiente. 

martes, 2 de enero de 2024

Valientes de sofá de fondo


La única manera de curarse del dolor que te haya provocado alguien es volviendo a salir ahí fuera y permitirte temblar, de miedo y emoción, entre los brazos de una nueva persona, confiando en que ella sí sabrá sostener, cuidar y acompañarte durante el proceso de volver a confiar en los otros. 
Tiene unos ojos preciosos, son como un rincón secreto y especial con un pequeño lago en el interior de un profundo bosque en el que jugar sin parar a tantos juegos como queramos; me gusta ver mi reflejo en ellos, me veo más bonita en su interior que lo que soy, probablemente, en realidad. 
Intento que no se me note desde fuera el puñado de nervios, miedo y atracción que siento por ella, pero acaba de acercarse más de la cuenta y me siento como en la parte más alta de una montaña rusa a punto de caer al vacío; jugueteo con sus ojos, con su cabello o empiezo a hablar de cualquier tontería sin parar intentando esconder un poco lo que siento, pero entonces en su rostro aparece una sonrisa que aumenta su tamaño muy despacio tentándome a subirme, como si esa sonrisa fuera un nuevo columpio y como si esto no fuera más que un inocente juego de niñas pequeñas. 
Jolín, ¿por qué tiene que tener una maldita sonrisa tan bonita?, así es imposible hacerle creer que  aquí dentro esté todo en calma.
Pero me da igual; durante unos minutos me han dado igual el torbellino que tengo aquí dentro, el color de mis mejillas, probablemente ya enrojecidas, mis nervios incontrolables o mi dificultad para sostener esa mirada llena de estrellas; me siento cómoda, segura y contenta mientras me escondo en su hombro entre beso y beso; me gusta, me gusta mucho, pero sin lugar a dudas una de las cosas que más me gusta es haberme permitido ser yo de nuevo con lo bueno, lo malo y mi vulnerabilidad, medio al descubierto, y haber recibido un abrazo en el que sentirme más valiente de lo normal en esto de abrirme el pecho ante nuevas personas realmente preciosas.
Sigo temblando, me cuesta controlar estos nervios cada vez que se acerca o me mira más de la cuenta, pero me encanta sentirme entre sus brazos como si estuviera en el sofá de mi casa descalza viendo alguna de mis películas preferidas. 
Ven y vuélveme a besar, lo estoy deseando.