domingo, 3 de julio de 2022

Esquivarnos la mirada ya no funciona más


He descubierto algo tan terrorífico como comprensible y es que no siempre ayudo o estoy ahí para las personas porque me sienta realizada por ello, en muchas ocasiones es así y disfruto mucho estando disponible para las personas que me necesiten, pero en otras ocasiones estoy para escapar de mí misma, para no tener que reconocer mis heridas por miedo a la frustración que sentiría al observar que no todas están tan curadas y desinfectadas como creía en un principio.
Actuó como en las oficinas en las que estoy de prácticas, a toda velocidad, sin parar, pienso y actúo rápido para dar respuesta a todas las emergencias que nos lleguen y hablo mucho con quienes necesitan palabras de aliento, de esperanza o de alivio, lo importante es que haya el suficiente ruido externo como para no escuchar el interno. 
Cuando salí de terapia recuerdo que aprendí muy bien a estar sola y a permitirme escuchar ese ruido interno, pero estos últimos meses han sido toda una montaña rusa emocional y he dejado de practicar eso de cómo era escucharse a una misma también.

Permanezco atenta al ruido externo a la vez que me tiemblan las piernas ante el miedo de las consecuencias de estar descuidando a la niña asustadiza e ilusionada que habita en el lado izquierdo de mi pecho. Llega el silencio mientras voy en el bus con una canción lenta de Andrés Suárez y entonces escucho una voz procedente de aquí dentro que pregunta con cierta tristeza: "¿A mí cuando me toca?".

Entonces ambas nos ponemos a llorar, le confieso que me da miedo y me confiesa que ella también lo tiene, pero aún así no podemos seguir esquivándonos  cada vez que coincidimos, así que decidimos sentarnos juntas en esa mesa del fondo y ponernos a hablar, hacía mucho tiempo que no lo hacía y hay muchas cosas que necesitan ser limpiadas o arregladas. 

Menos mal que se acerca el verano y tendremos más tiempo para nosotras, ambas lo necesitábamos urgentemente. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario