domingo, 1 de agosto de 2021

Barcos de papel


Sonríe y el mundo se pone a dar vueltas mientras todo se detiene aquí dentro en el segundo exacto en el que cualquiera nos haría una foto al besarnos, es una boca con sabor a mermelada de fresa y tal vez por eso sea imposible no volver a ella mientras sus ojos juguetean con los míos con una aparente seguridad que perderemos ambas en cuanto a alguna le de por acercarse unos centímetros. 

Tu nariz sigue las pistas perdidas de un tesoro oculto en mi columna vertebral y termina en mi clavícula derecha columpiándose unos segundos para alcanzar mi cuello, un cuello que se retuerce despacio al ritmo de esa canción que escriben tus besos continuados, los cuales se esfuerzan por bloquear todos mis pensamientos y así dejarte llevar el control o hacerte creer que lo llevas.

El reloj nos recuerda que tenemos mucho que hacer y que ya vamos tarde, el sonido del microondas lo envuelve todo en una esfera de familiaridad y con un calor que es imposible no disfrutar unos minutos, es como estar inmerso en una rutina de la que decías que no querías formar parte hasta que has visto en la nevera una nota que pone: "¿Vamos a comer al restaurante nuevo de la esquina?, te espero allí a las tres, te quiero. ♡" 

Vuelves a sonreír con tus aparentes aires de seguridad sentada en esa mesa del Ikea y vuelvo a perderme en esa curva tan bonita de tu rostro mientras tus piernas rodean mi cintura con firmeza para evitar que me vaya, acaricio tu cuello mientras te coloco bien el cuello de la camisa, iba bien hasta que mis manos descubren un botón desabrochado, observo el resto mientras una pequeña parte racional dentro de mí me recuerda una lista interminable de cosas que hacer, acaban todos los botones desabrochados y tu piel se eriza velozmente mientras firmo en tu pecho un tratado de paz para que nadie salga ileso, ¿o era herido?, tarde, tu boca juguetea con la mía y me pide asustada que no me vaya ahora, pero me tengo que ir, se me hace tarde, se nos hace tarde. 

Saco mi colacao del microondas, disfruto los grumitos mientras me observas intentando averiguar cómo va eso de la paciencia, tardo apenas unos minutos en terminármelo y te beso rápidamente antes de irme mientras te ríes de algo que no me quieres contar.

Pasan sólo unos segundos y entro apresuradamente de nuevo, me observas sorprendida mientras cojo esa nota de la nevera, freno un momento en seco y te digo con vergüenza: 

- A las tres en el restaurante nuevo de la esquina, yo también te quiero.

No quiero rutinas, no quiero la cotidianidad del día a día, pero durante unos minutos la idea de que nuestra máxima aventura sea ir al cine los fines de semana y nuestro máximo drama elegir muebles nuevos no me ha parecido un mal plan de futuro, repito, no quiero rutinas, sólo que hoy estoy sensible, déjame joder.


No hay comentarios:

Publicar un comentario