viernes, 14 de diciembre de 2018

En el centro de la cama se duerme mejor.


Me levanto, te busco en el lado izquierdo de la cama sin abrir los ojos, no estás, te echo de menos, me gustaría que estuvieras aquí, cubriéndome las espaldas, espantado al miedo.
Me abrazas y sigues el abrazo de un:
 -Te quiero.
Te miro, te acaricio el pelo y cierro los ojos para que no me veas llorar ante esas palabras, supongo que se debe a la poca frecuencia con la que las suelo escuchar.

Cierro los ojos y recorro con la nariz todo tu rostro, sonrió y juego con mi lengua a recorrer cada centímetro de tu piel. 
Te quiero, pero, no pienso decírtelo, no vaya a ser que te lo creas.

Abro los ojos, sigues sin estar aquí.
Me levanto con torpeza, me observo en el espejo, que pelos...
No tengo ganas de hacer nada, enciendo el móvil, nada interesante, ahí tampoco estás. 

Me pongo una canción, es lenta, mierda, decido escucharla, aunque sé que no debo.

Cierro los ojos, muevo con poca habilidad la cintura, ya sabes que eso del baile no es lo mío; y respiro varias veces, ya no hay nada que lo impida. 
Termina la canción, me siento en la encimera de la cocina, me muerdo el labio inferior con sonrisa pícara, joder, vuelta a echarte de menos, pero, ya no quiero que vuelvas.
Es la primera vez que digo esto con tanta seguridad y me gusta, me siento orgullosa de decirlo, de decírtelo.
Decirte que más que tú, lo que me enamoró hasta las trancas era ese tira y afloja continuo, pero hoy solté la cuerda y empecé a curarme las heridas que me habían provocado estas.
Cuídate, pero, no vuelvas por favor.
Mañana prometo dormir en el centro de la cama y no en un lado como si aún creyera que me falta alguien para estar completa, no me falta nada ni nadie, te lo aseguro.

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