jueves, 12 de septiembre de 2024

Ciudades de colores


A mí nunca me faltó maldad, era al resto al que le faltaba bondad, pero claro, era más fácil golpear y luego preguntar que correr el riesgo de ser tocado por el otro.
Me gusta pensar que soy el resultado de una infinidad de instantes felices y el aprendizaje del conjunto de muchos otros que no fueron tan bonitos. 
Soy la mirada de cariño de mi madre en la que a veces me quedaba a dormir, soy la dulzura de la mano de mi mejor amiga cuando agarró por primera vez la mía en el recreo, soy un "tú puedes hacerlo" de quienes fueron creyendo en mí sin tener demasiadas garantías, soy un abrazo salvavidas de esa amiga que movería tierra y mar por mí, soy la sonrisa en la que yo me columpiaba de pequeña, soy el beso en la frente, el perdón de un padre, la caricia de una abuela y el "te quiero" imborrable. 
Soy el conjunto de muchos instantes, y quizá por ello me cueste a veces entenderme, porque llevo aquí dentro muchas historias y personas.
Por eso no quiero pensar que me falte maldad, porque me parece que hacerlo sería una derrota, un "teníais razón" que me niego a pronunciar.
Quiero seguir creyendo en el amor y en la generosidad como herramientas de cambio interno y externo, quiero dejar la puerta arrimada y dejar entrar por ella a quienes crea que merecen saber lo que hay aquí dentro, quiero que mi legado sea el de demostrar que hay espacios, personas e historias en las que puedes deshacerte de tu escudo y salir sin rasguños. 
Y no, no hablo desde la ausencia de rasguños, golpes, dolor o violencia, aquí dentro a veces las cosas se han tambaleado llegándose a derrumbar, pero no por ello quiero dejar de recordar lo bonito que es volver a levantarse, construir y curar.
No me falta nada, es a muchos de vosotros a quienes tal vez sí le falte amor y les sobre maldad o miedos. 

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