lunes, 28 de marzo de 2022

Con los miedos a contracorriente


Ayer vi a un puñado de miedos desparecer de golpe mientras hacían todo el ruido que podían para poder quedarse un ratito más. 
Es curioso, pero había establecido ya cierto apego con algunos de ellos y aún estoy esforzándome para que se queden, aún habiendo deseado durante mucho tiempo su ausencia, supongo que es porque los miedos, aunque te impidan disfrutar de muchos momentos, también te protegen de posibles situaciones dolorosas y al final sin ellos ahora me siento desnuda del todo.
Pataleo durante horas, lloro, golpeo y rompo las paredes de mi habitación asegurando que no quiero esto, que estoy bien cómo estoy, maldita zona de confort, como cuesta despegarse; he descubierto hace poco que salir de tu zona de confort también puede ser permitirte sentir de una forma en que te estabas prohibiendo hasta el momento y esto me genera tanto miedo como entusiasmo. 
Yo ya he estado aquí, en otro momento y en otra pequeña historia de las muchas que me componen, recuerdo a una niña pérdida haciendo las cosas del peor modo posible por la falta de conocimientos y de valor, recuerdo a esa niña llorando en su cama contra la almohada para que nadie la escuchase y recuerdo como se prometía frente al espejo que nadie más nos volvería a hacer sentir un día la persona más especial del mundo y al día siguiente la pieza más prescindible de todas. 
Pero, ¿quién te dice que vaya a pasar lo mismo?, han pasado muchas cosas y esa niña ha crecido mucho en muy poco tiempo; seré sincera, todo este tiempo por las noches fantaseaba con estos sentimientos, sobre cómo sería sentirse así, como sería entonces el día a día y qué pasaría.
¿Y si saliera bien?, que no pienses en eso, no va a salir bien y lo sabes; otra vez los miedos chillan sin parar para evitar su extinción, pero ya he tenido el suficiente contacto con ellos como para no creerme todo lo que me digan.
Cierro los ojos frente a esa vela de cumpleaños, observo a mis miedos temblorosos y les digo: no voy a morirme, tranquilos, seguiréis estando ahí, pero no me voy a prohibir sentir intensamente por vuestra existencia.
Soplo la vela, sonrío al contemplarme rodeada de personas que me quieren y me pierdo un ratito más en esa curva de su rostro mientras hasta los miedos se emocionan viéndome feliz. 

miércoles, 23 de marzo de 2022

Miedos olvidados bajo el colchón


Me escondí bajo la cama y me abracé a varios miedos fieles que seguían estando ahí. 
Me quedé muda bajo el colchón y empecé a contar despacio hacia atrás para evitar el llanto y con la esperanza de que cuando llegase a cero me sentiría mejor. 
Los miedos de vez en cuando me pellizcaban, me mordian o me abrazaban con la suficiente intensidad como para dificultarme la tarea y yo volvía a empezar; a veces, algunos días, creía llegar a cero y observar que estaba sola bajo mi cama, pero no era así, siempre notaba la presencia de algún temor, ahora algo más pequeño.
Recuerdo estar jugando al escondite bajo mi cama y pensar emocionada en que la única persona que podría encontrarme sería otra niña como yo con más miedo a la vida que a la muerte.
Ya no escuchaba las voces ni los pasos de mis amigos y uno de mis miedos creció de golpe al sentirme sola en esa casa vieja, pero familiar.
De pronto unas manos torpes levantaron parte de las sábanas que me protegían del exterior.
- Quedaros aquí, así nadie os encontrará –pronunció una voz femenina y nerviosa.

Cuando quise pronunciar palabra alguna volvía a estar a oscuras, ahora me rodeaban más miedos y juntos lograban pellizcar con más ganas y morder más fuerte, lo suficiente como para que acabara en más ocasiones de las que me hubiera gustado llorando o sintiendo que me faltaba oxígeno.
Según iba pasando el tiempo me preocupó menos que nadie se parara a mirar bajo la cama pero me ponía muy nerviosa sentir mi pequeño espacio como un campo de batalla en el que sólo podría quedar uno, ellos o yo, uno de los dos tendría que desaparecer.

A veces chillaba la palabra "mamá" como cuando era pequeña esperando que ella me diera la solución como una llave mágica, pero lo único que hacía era abrazarme, algo que me reconfortaba, y pedirme que saliera de la cama, que no era difícil.

-No puedo– pronunciaba con voz temblorosa, pero volvía a encontrarme a oscuras.

A veces intentaba negociar con ellos, pedirles cinco minutos de libertad a cambio de no volver a alejarme, siempre que lo hacía me lo recriminaban con dureza, pero ellos no aceptaban ninguna de mis propuestas y se limitaban a saltar sobre distintas partes de mi cuerpo como si fuera una cama elástica que empleasen para hacerse fuertes y grandes con cada salto. 

Hasta que un día busqué a una mujer y esa mujer me encontró, era una mujer de avanzada edad y cabello canoso, se asomó y sonrío con seguridad.
- No quiero salir – le dije con una aparente firmeza que escondía el rostro de una niña atemorizada.
- Tampoco te he pedido que lo hagas. 

Los miedos en aquel momento ya eran tan numerosos que era imposible esconderlos a todos, pero a ella no parecía preocuparle su existencia, es más, me pidió que le contase cuando y cómo les había conocido, les dejó hablar a ellos también y, para sorpresa mía, estos se sentían muy solos a menudo al haber estado siempre lejos de otras personas.

Las visitas de la mujer de cabello ceniza se fueron repitiendo y llegó un día en que decidimos salir de nuestro escondrijo; hacía un sol brillante y los miedos que ayer mordían hoy se limitaban a pellizcos suaves cuando pasaba varias semanas obligándoles a volver a nuestro viejo escondite.

Con el tiempo me hice fuerte, aumenté mi valentía y con ello llegué a ser más feliz hasta en los días más cotidianos de la semana, había dejado de esconderme, ahora era visible y me gustaba la sensación, era novedosa pero estoy aprendiendo a sentirla y disfrutarla.

Ahora ya no me escondo, y ahora cada noche me siento más libre sin dejar de estar acompañada por los de debajo de mi cama. 

martes, 22 de marzo de 2022

El juego de los dragones sin miedo


Ojitos de chocolate con un poquito de leche, nariz redondita como una de esas chuches que te dejabas para el final para disfrutarla aún más y unos labios que dibujan una sonrisa en la que columpiarse sin miedo a caer.
Tiene algo, no sabría deciros exactamente qué es, pero tiene un noseque que congela el tiempo en el segundo exacto en el que nos miramos de verdad, sus manos descifran los mapas del tesoro perdidos por mi cuerpo, el sonido de su voz me canta una canción lenta para no tener pesadillas y sus piernas juguetean con las mías de manera torpe intentando acortar distancias.
Los "te quiero" nos has dejado de dar vértigo y ahora nacen entre beso y beso con más sentimientos que control y me gusta, me gusta el instante porque siento que el tic-tac del segundero nos ha regalado este ratito mientras ahí fuera todo permanece congelado, me cuesta creer que seas a mí a quien miras con tanto amor y me es imposible no emocionarme al descubrir en tus ojos el reflejo de una chica preciosa. 
Con tus dedos lees sobre mi cuerpo una carta de amor en braille que cobra vida al sentirte cerca y aquí dentro un montón de dragones que hasta el momento se sentían frágiles mariposas se sienten invencibles, ¿qué estás haciendo?, ¿qué me estás haciendo? 

Rodeo tu cintura con mis brazos y apoyo mi cabeza en tu vientre tembloroso mientras intentas aparentar que no estás tan nerviosa como realmente estás; jugamos a explorar esto que sentimos, a ser dama y vagabundo y recordar nuestra primera cita en el italiano que encontramos por casualidad, a ser dragones que escupen fuego haciendo frente a los miedos y a juegos de princesas en los que nosotras ponemos las reglas.

Me acaricias la pierna y me siento como Cenicienta en el momento en que todos descubren que su pie encaja perfectamente, me besas la mano y después la sonrisa inevitable y constante de mi rostro, ya ha pasado la media noche y sigues a mi lado.

Te quiero, aunque me cueste creer que sea yo a quien estás mirando de esa forma tan especial, no sé cómo lo haces exactamente, pero no dejes de hacerlo por favor. 


martes, 15 de marzo de 2022

Autopsia de un puñado de recuerdos

¿A dónde viajan las personas que se han ido sin irse del todo?
Busco respuestas en los mismos sitios donde encontré las preguntas y me pongo a hacer malabares con los miedos de una niña escondida bajo mi cama para demostrarle que no son tan grandes como parecen, bailo desnuda por el pasillo la canción que años atrás me rompió sin piedad y dejo que me bese las heridas que ella misma provocó. 
Me coloco frente a esa hoja en blanco sin inspiración y recuerdo con cierto dolor cuando tu nombre era suficiente para no dejar de escribir intentando así que te quedaras de alguna forma cuando ya no estuvieras aquí; y ya sé que fui yo la que te alejó, cuanto más lejos más segura estaré, pero ojalá me lo hubieras puesto algo más complicado.
Me retuerzo de placer al ser consciente de que respiro bien sin que tu ausencia haya dejado de hacer ruido algún que otro Domingo, jugueteo con este silencio y recuerdo alguna que otra noche los días en que los silencios estaban llenos de ruido que pedía constantemente ser liberado, ser compartido para que así no creciera más, no lo hice y debí hacerlo, serte sincera, mostrarte que había bajo ese rostro sonriente y maquillado.
Encuentro una foto tuya en mi cartera, el dibujo que me regalaste y la orquilla que me prestaste al haber perdido mi goma de pelo. 
Los agarro con fuerza en señal de victoria y olvido cuál es exactamente la victoria que celebrar, supongo que lo que agradezco, te agradezco, es que me hayas devuelto los silencios sin que tu ausencia haya llegado a ser completa; con el tiempo pasó de doler a arañar y de arañar a acariciar, y gracias, porque no me siento merecedora de este trato de favor, pero a una tenía que perder y por primera vez decidí quedarme conmigo y perderte a ti.

Han pasado muchas cosas desde entonces; he vuelto a bailar todas las canciones delante de mi espejo y a sentirme preciosa en cada una de ellas, he vuelto a escribir con muchas más letras que las que componen tu nombre, he vuelto a darme una oportunidad y he recibido el beso de alguien que se emociona si me ve feliz, he vuelto a rodearme de gente y he vuelto a sentir el amor en todas sus formas y con la mayor intensidad, ya sabes que soy una intensita sin remedio.
¿Y sabes qué es lo mejor de todo?, que tú sigues aquí, a mi lado, y eso me hace feliz porque yo nunca quise irme, o no así, pero estás, aquí, junto a mí.
Te contaré un secreto; cuando estoy nerviosa tengo una lista de personas imprescindibles a mi lado, hay una persona que me da la mano y que me dice que me quiere y a mí me es imposible no ponerme a llorar, hay otras que me abrazan, otras que me llenan el rostro de besos y otras que pronuncian exactamente las palabras que necesito escuchar, y no muy lejos de ahí estás tú sonriéndome en silencio, te sonrío intentando controlar el llanto y entonces con tu energía y ganas de verme feliz me gritas sin control: 

- Venga Laura, ¡te vas a comer el mundo!, no tengo dudas de ello.

Y entonces, justo ahí, vuelvo a comerme el mundo, por cada una de esas personas que me rodean y que tanto me queréis y, sobre todo, por mí, porque al final las cosas no salieron tan mal como creía.

Te quiero. ♡