martes, 1 de diciembre de 2020

No hay mayor verdugo que el tiempo reclamando atención.

1-2-3 al escondite inglés...
La bala sale de una boca experta en mordiscos, pero no en besos.
Recorre un espacio lleno de vacío y el silencio se arrodilla sintiendo admiración o temor de que haya sido capaz de apretar el gatillo.
La piel se transforma en el búnker de un castillo de hielo, lleno de cerillas encendidas que se consumen mientras los latidos del corazón conectan la llama conjunta con la cuerda de una bomba llena de mariposas suicidas.
El temblor del suelo y la ausencia de movimientos hace ponerse en lo peor y cerrar los ojos contando los segundos que quedan para ser lanzada por los aires, deseando sobrevivir a lo que está a punto de ocurrir. 
La bala atraviesa el costado izquierdo de manera limpia y veloz, la sangre empieza a derramarse y la bomba que llevaba en el pecho explota entonces con un conjunto de orugas en su interior sintiéndose las mariposas más hermosas que jamás han existido en el reino.
Todo ocurre demasiado deprisa y la sangre no deja de salir.
Dos luciérnagas refugiadas en una mirada perdida ante la brutalidad de la escena tienen tanto miedo que hasta dejan de brillar durante unos segundos con una ínfima esperanza de que cuando esa niña mire debajo de la cama de sus padres no encuentre los regalos de Navidad.
1-2-3 al escondite inglés...
El gatillo acaba de ser apretado por el segundero de un reloj que no cesa su tic-tac y sólo quedan unos milisegundos para que esa bala cargada de tanta rabia como amor comience su trayectoria.
Venga, aprieta el gatillo o regálame una caja llena de orugas con ganas de volar, tú decides.
1-2-3 al escondite inglés...
Que nadie se mueva, que nadie respire, tal vez así los monstruos no se den cuenta que seguimos aquí. 

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