lunes, 7 de septiembre de 2020

Esta no es la última canción, pero sí es la última vez que suena así.


Nuevas etapas, nuevas experiencias, nuevos vientos, nuevas sensaciones, nuevos retos, nuevos días grises o no tan grises, nuevos recuerdos, nuevas personas, nuevas rutinas, nuevas normalidades, todo nuevo, pero, la misma ciudad de papel y la misma belleza y fealdad simultánea que provoca esa relación de amor-odio.
Todo cambia, en silencio, a oscuras y sin opciones de retorno, aunque lo hace de una manera tan sutil, tan elegante o tan violenta que nadie dice nada, es como si estuviéramos jugando al escondite con los monstruos de debajo de la cama y el miedo a que nos vieran fuera mucho mayor a las ganas de empezar una lucha de la cual no saldremos victoriosos.
Hoy he pasado, con la canción de Dinamita de Sidecars en mis cascos, por la misma zona por la que caminaba hace un año, no estaba igual; faltaba algún recuerdo, alguna persona o alguna sensación, tenía y tengo miedo a sentir lo que sentí y más miedo a ser consciente de que aquello que faltaba ya no podía volver, y si lo hacía no sería igual, tenía miedo a sentir lo que sentí, pero algo me impedía huir, algo me obligó a sentir lo que estaba sintiendo; poco a poco todo lo que creí que se había ido me abrazó sin tocarme y a distancia y me regaló una última canción, nunca un baile me había parecido tan bello y tan triste al mismo tiempo.
Termina la canción, silencio, algún que otro miedo, pero también ganas, de lo nuevo, de lo desconocido, de que vengan épocas mejores.
Me siento como si tuviera un libro con el envoltorio puesto todavía, como si sujetara entre mis manos una hoja en blanco y pudiera hacer lo que quisiera con ella, no sé que hacer, pero me levanto del banco en el que estaba sentada siendo distinta sin dejar de ser yo.
Camino decidida hasta que recuerdo el baile de hace unos minutos, me doy la vuelta, prometo que esta es la última vez, creo que es la primera vez en mi vida que siento únicamente una alegría inmensa de lo que llevo vivido, de lo que llevo recorrido, dios, he sido capaz de vivir instantes tan mágicos e inolvidables y emociones tan intensas que me han tentado con la idea de pedir dentro de ellas permiso de residencia, pero no lo quiero, pese a sentirme tentada a aceptarlo y que así entonces la vida sea algo más fácil.
Todo cambia, nada permanece igual y yo necesito y quiero formar parte de ese cambio, no puedo ni quiero rechazar la infinidad de galaxias que me quedan por descubrir tan sólo por haber dejado parte de mí en esta.
Tengo miedo, pero también muchas ganas, estoy preparada, sé que aún queda mucho por descubrir, mucho por sentir y mucho por vivir fuera de estas cuatro paredes. 

2 comentarios:

  1. Leyéndolo en bucle, como me gusta leeerte.
    ¡Eres genial!
    Por cierto, lo publicaste el mismo día que nos conocimos hace 18 años 😅😊

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡¡Muchas gracias Laura!!
      Parte del crecimiento como escritora a lo largo del tiempo lo hago gracias a las personas que estáis ahí desde el comienzo.
      Un abrazo y gracias por estar ahí.

      Eliminar