lunes, 4 de abril de 2022

¿Cómo se pide perdón antes de haberla cagado?

Y ahí estabas, sonriéndole a la pantalla del móvil como hacía tiempo que no lo hacías, eligiendo la lista de canciones románticas que tantas otras veces dijiste que eran demasiado ñoñas para ti, y sonriendo a la nada sin saber exactamente el motivo, o sin querer saberlo del todo ante el riesgo de que los miedos asaltaran las murallas de tu castillo como ya habían hecho en historias pasadas que aún duelen alguna que otra noche si las acaricias sin el cuidado suficiente.
Hay muchas personas que antes de que les hagan daño prefieren hacer daño para sentir que siguen teniendo el control de algo, aunque sea del dolor que se genere; tú siempre dijiste que no eras así, pero tampoco criticaste nunca con demasiada dureza a este tipo de personas al saber, en el fondo, que tenías más cosas en común con ellas de lo que te quisieras.
Me gustaría creer que fueron los miedos los que te obligaron a huir a media noche, me gustaría creer que luchaste contra ellos intentando que esta vez ganara el amor sobre el miedo, me gustaría creer que si no me pediste ayuda es porque creíste que podrías vencerles y no por orgullo, me gustaría creer que te fuiste porque te hice lo suficientemente feliz como para que la niña que llevas ahí escondida bajo ese caparazón se asustara al sentirse realmente querida por ser tal y como eres, me gustaría creer ahora que estás volviendo, que no te has ido del todo.
Pero no estás, te busco entre las sábanas manchadas de sexo y ausentes de valentía y amor y le grito a la almohada que debería haber protegido tus sueños e ilusiones para hacerlas fuertes y grandes en la batalla contra esa montaña de temores que tanto te cuesta mostrar del todo; perdieron el enfrentamiento y saliste a media noche dejándome el cuerpo lleno de besos y el interior lleno de un ruido ensordecedor.
Me quedé con tu último "te quiero" plácidamente dormido sobre mi clavícula y el dibujo de un corazón realizado con tus manos sobre mi espalda.
Es por esto por lo que estoy segura de que tu ausencia hoy en esta cama no se debe a la falta de amor, sino a un exceso de miedos. 
Duele, y sé que según vayan pasando las horas dolerá más, pero ¿sabes qué?, al menos esta vez puedo sentirme orgullosa de no haber sido yo la presa de los miedos, la que se dio a la fuga, yo me quedé aquí en nombre del amor que siento por ti, el mismo que me hubiera gustado que a ti te hubiera servido de razón más que suficiente para quedarte, no fue así, pero eso ya da igual. 
Duele y siento una tristeza amarga e intensa acomodándose en mi interior dispuesta a quedarse a mi lado de nuevo durante los próximos meses, pero también experimento cierta alegría o consuelo por mi avance, arriesgado pero valiente, de haber decidido pasar la noche en esta cama fantaseando, mientras me besabas, con la disparatada idea de encontrarte a mi lado abrazándome hoy por la mañana.
No te encuentro, no estás, pero eso ya es lo de menos, siento que los miedos te hayan capturado de nuevo.
Se acerca la Navidad, pero aquí dentro es primavera incluso sin que el dolor haya desaparecido todavía.